Esta carta tenía la intención de ser un mensaje de consuelo e instrucción para aquellos que estaban en medio de la persecución. Por escrito, el apóstol se asoció con Silas y Timoteo. Comenzó refiriéndose a la gran verdad de la posición segura de la Iglesia como estar "en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo"; y luego declaró los hechos fundamentales del carácter cristiano. Son, en primer lugar, la "obra de la fe", por la cual el apóstol se refirió a la creencia a través de la cual los creyentes entraron en relación con Jesucristo; segundo, el "trabajo de amor", refiriéndose a toda la actividad de la vida después de la fe; y, tercero, "la paciencia de la esperanza", refiriéndose a la fuerza que emana de la expectativa del regreso del Señor.

El Evangelio les había llegado "con poder y en el Espíritu Santo, y con mucha seguridad". El resultado fue que "se convirtieron en imitadores" y "ejemplo". Como resultado, la Palabra del Señor había sonado lejos y cerca. Este resultado se deriva del hecho de que el Evangelio estaba, de hecho, en el poder. Existe una conexión vital entre la descripción de su discipulado y su actividad. La "obra de la fe" consistió en volverse "de los ídolos a Dios", la "paciencia de esperanza" en la espera "de su Hijo del cielo". A lo largo de la carta se reconocen, ilustran y aplican estos grandes hechos.

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