2 Reyes 10:1-36
1 Acab tenía setenta hijos en Samaria. Y Jehú escribió cartas y las envió a Samaria a los principales de la ciudadc, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Acab, diciendo:
2 Ahora, cuando esta carta llegue a ustedes, puesto que tienen con ustedes a los hijos de su señor, y tienen con ustedes los carros, los caballos, una ciudad fortificada y las armas,
3 miren cuál es el mejor y más apto de los hijos de su señor, y pónganlo en el trono de su padre, y combatan por la casa de su señor.
4 Pero ellos tuvieron mucho temor y se dijeron: “He aquí que dos reyes no pudieron resistirlo; ¿cómo podremos resistir nosotros?”.
5 Entonces el administrador del palacio, el alcalde de la ciudad, los ancianos y los tutores enviaron a decir a Jehú: “Nosotros somos tus siervos y haremos todo lo que nos digas. No pondremos a ninguno como rey; haz lo que te parezca bien”.
6 Entonces les escribió una segunda carta diciendo: Si están de mi parte y obedecen mi voz, tomen las cabezas de los hijos varones de su señor y vengan a mí mañana a estas horas a Jezreel. Los hijos del rey, setenta hijos varones, estaban allí con los principales de la ciudad que los criaban.
7 Y sucedió que cuando les llegó la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta hijos varones. Luego pusieron sus cabezas en canastas y las enviaron a Jehú a Jezreel.
8 Entonces llegó el mensajero y le informó diciendo: — Han traído las cabezas de los hijos del rey. Y él dijo: — Pónganlas en dos montones a la entrada de la puerta de la ciudad, hasta mañana.
9 Cuando llegó la mañana, Jehú salió, se puso de pie y dijo a todo el pueblo: — Ustedes son inocentes. He aquí, yo soy el que ha conspirado contra mi señor y lo he matado. Pero, ¿quién ha matado a todos estos?
10 Sepan, por tanto, que de la palabra del SEÑOR, de lo que ha hablado el SEÑOR contra la casa de Acab, nada caerá a tierra; y que el SEÑOR ha hecho lo que había dicho por medio de su siervo Elías.
11 Así Jehú mató a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus principales, a sus amigos íntimos y a sus sacerdotes, hasta no dejarle ningún sobreviviente.
12 Jehú partió y se dirigió a Samaria, y en el camino llegó a Bet-equed de los pastores.
13 Y Jehú encontró allí a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: — ¿Quiénes son ustedes? Ellos respondieron: — Somos hermanos de Ocozías y hemos descendido para saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre.
14 Entonces él dijo: — ¡Préndanlos vivos! Y después que los prendieron vivos, degollaron junto al pozo de Bet-equed a cuarenta y dos hombres, sin dejar con vida a ninguno de ellos.
15 Jehú partió de allí y encontró a Jonadab hijo de Recab, que venía a su encuentro. Y después de saludarlo le preguntó: — ¿Es recto tu corazón, como mi corazón es recto con tu corazón? Jonadab respondió: — Sí, lo es. Entonces Jehú dijo: — Si lo es, ¡dame la mano! Y le dio la mano. Luego lo hizo subir con él al carro,
16 y dijo: — Ven conmigo y verás mi celo por el SEÑOR. Y lo hizo subir a su carro.
17 Entonces, cuando Jehú llegó a Samaria, mató a todos los de Acab que habían quedado allí, hasta exterminarlos, conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado a Elías.
18 Entonces Jehú reunió a todo el pueblo y les dijo: — Acab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá mucho.
19 Ahora pues, convóquenme a todos los profetas de Baal, a todos sus siervos y a todos sus sacerdotes, sin que falte ni uno; porque voy a ofrecer un gran sacrificio a Baal. Cualquiera que falte no vivirá. Jehú hacía esto con astucia, para destruir a los que rendían culto a Baal.
20 Entonces dijo Jehú: — ¡Consagren una asamblea festiva para Baal! Y ellos la convocaron.
21 Entonces Jehú envió mensajeros por todo Israel, y todos los siervos de Baal llegaron, sin que nadie dejara de venir. Y entraron en el templo de Baal, el cual se llenó de extremo a extremo.
22 Entonces Jehú dijo al que estaba a cargo del vestuario: — Saca vestiduras para todos los siervos de Baal. Y él sacó las vestimentas para ellos.
23 Luego entró Jehú con Jonadab hijo de Recab en el templo de Baal, y dijo a los siervos de Baal: — Busquen y vean que no haya aquí entre ustedes ninguno de los siervos del SEÑOR, sino solo los siervos de Baal.
24 Cuando entraron para ofrecer los sacrificios y los holocaustos, Jehú colocó afuera ochenta hombres diciéndoles: — ¡Cualquiera que deje escapar a alguno de los hombres que yo he puesto en sus manos, su vida responderá por la de él!
25 Y sucedió que cuando ellos acabaron de hacer el holocausto, Jehú dijo a los de su escolta y a los comandantes: — ¡Entren y mátenlos; que no salga ninguno! Los de la escolta y los comandantes los mataron a filo de espada y los echaron fuera. Avanzaron hasta el interior del templo de Baal,
26 sacaron el árbol ritual del templo de Baal y lo quemaron.
27 Destrozaron la piedra ritual de Baal, destrozaron el templo y lo convirtieron en letrina hasta el día de hoy.
28 Así Jehú erradicó a Baal de Israel.
29 Con todo eso, Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. Jehú no se apartó de ir en pos de los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan.
30 Entonces el SEÑOR dijo a Jehú: — Porque has actuado bien haciendo lo recto ante mis ojos y has hecho a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación.
31 Pero Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la ley del SEÑOR Dios de Israel ni se apartó de los pecados de Jeroboam, quien hizo pecar a Israel.
32 En aquellos días el SEÑOR comenzó a reducir a Israel. Hazael los derrotó en todo el territorio de Israel,
33 desde el Jordán al oriente, en todas las tierras de Galaad, Gad, Rubén y Manasés; y desde Aroer, que está junto al río Arnón, hasta Galaad y Basán.
34 Los demás hechos de Jehú, todas las cosas que hizo y todo su poderío, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?
35 Jehú reposó con sus padres, y lo sepultaron en Samaria. Y su hijo Joacaz reinó en su lugar.
36 El tiempo que reinó Jehú sobre Israel en Samaria fue de veintiocho años.
Aquí comienza la segunda sección del Libro, la que trata de la rápida y terrible corrupción de toda la nación. La historia alterna entre Israel y Judá, y ambos sectores de la nación se hunden cada vez más profundamente en el pecado y la decadencia. Jehú sigue al frente como verdadero azote de Dios. Primero estuvo ocupado en el trabajo de barrer a la posteridad de Acab, y lo hizo con tremenda rapidez. Luego se volvió contra el baalismo, y con una minuciosidad que es nada menos que terrible lo rompió y lo destruyó.
Sin embargo, la historia de Jehú es de fracasos personales. Al proceder contra la adoración de Baal, sus palabras a Jonadab, "Ven conmigo y mira mi celo por Jehová", son en sí mismas una revelación de un espíritu orgulloso. Si bien fue un instrumento en la mano de Dios, sin embargo, por extraño que parezca, fue corrupto en la vida privada. "No se apartó de los pecados de Jeroboam"; él "no hizo caso de andar en la ley de Jehová". Cuán terrible advertencia es la historia de este hombre: que es posible ser un instrumento en la mano de Dios y, sin embargo, nunca estar en comunión con Él.