Con el ascenso de Josías llegó el último intento de reforma antes de que Judá finalmente fuera llevado cautivo. El primer acto de reforma de Josías fue restaurar el templo. Todo lo que siguió surgió de eso.

En conexión con él vino el descubrimiento del libro de la Ley. La situación de los asuntos en Judá puede deducirse de este descubrimiento. La nación se había corrompido por completo durante los cincuenta y siete años que abarcaron los reinados de Manasés y Amón. El templo estaba descuidado y desierto, y parecería que ni el rey ni el sacerdote supieran del paradero de este libro. Sin duda ellos estaban al tanto de su existencia, pero hasta ahora la gente había crecido a partir del reconocimiento y la respuesta al gobierno divino, que los escritos sagrados habían sido descuidados y la copia real del Templo se había perdido.

El efecto del libro sobre el rey reveló su ignorancia de su contenido. Allí encontró cuán lejos se había alejado la nación del ideal divino, y cuán terribles fueron las maldiciones pronunciadas sobre ellos por su vagabundeo. Teniendo una conciencia rápida y sensible, se dio cuenta de inmediato del peligro que los amenazaba y de su causa, y pidió consejo a la profetisa Hulda. Hablando con autoridad divina, reconoció la sinceridad del rey y la corrupción del pueblo; y declaró, en efecto, que la reforma que seguiría sería irreal en lo que concernía a la gente, pero que debido a la lealtad de Josías a Jehová, sería reunido en paz con sus padres antes de que cayera el golpe final.

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