2 Reyes 9:1-37
1 Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo: — Cíñete los lomos, toma este frasco de aceite en tu mano, y ve a Ramot de Galaad.
2 Cuando llegues allá, verás allí a Jehú hijo de Josafat, hijo de Nimsi. Entra, haz que se levante de entre sus compañeros y llévalo a una habitación interior.
3 Luego toma el frasco de aceite y derrámalo sobre su cabeza diciendo: “Así ha dicho el SEÑOR: ‘Yo te he ungido rey de Israel’ ”. Luego abre la puerta y escápate. ¡No esperes!
4 Aquel joven, el criado del profeta, fue a Ramot de Galaad.
5 Entonces entró, y he aquí que los jefes del ejército estaban sentados. Y dijo: — Jefe, tengo un mensaje para ti. Jehú preguntó: — ¿Para cuál de todos nosotros? Y él respondió: — Para ti, jefe.
6 Jehú se levantó y entró en la casa, y el joven derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: — Así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: “Yo te he ungido rey del pueblo del SEÑOR, de Israel.
7 Tú herirás a los de la casa de Acab, tu señor, para que yo vengue la sangre de mis siervos los profetas y la sangre de todos los siervos del SEÑOR derramada por mano de Jezabel.
8 Toda la casa de Acab perecerá; exterminaré a todo varón de Acab en Israel, tanto a los esclavos como a los libres.
9 Yo haré a su casa como a la casa de Jeroboam hijo de Nabat y a la casa de Baasa hijo de Ajías.
10 Y a Jezabel la comerán los perros en la parcela de Jezreel. No habrá quien le dé sepultura”. En seguida abrió la puerta y huyó.
11 Después Jehú salió a donde estaban los servidores de su señor, y le preguntaron: — ¿Todo va bien? ¿Para qué vino a ti ese loco? Y él les dijo: — Ustedes conocen a ese hombre y sus palabras.
12 Ellos dijeron: — ¡Mentira! ¡Decláranoslo, por favor! Y él dijo: — Así y así me habló diciendo: “Así ha dicho el SEÑOR: ‘Yo te he ungido rey de Israel’ ”.
13 Entonces tomaron rápidamente cada uno su manto y lo tendieron debajo de Jehú sobre las gradas desnudas. Luego tocaron la corneta y proclamaron: — ¡Jehú reina!
14 Así conspiró Jehú hijo de Josafat, hijo de Nimsi, contra Joram.
15 Pero el rey Joram había regresado a Jezreel para curarse de las heridas que le habían ocasionado los sirios cuando combatía contra Hazael, rey de Siria. Entonces Jehú dijo: — Si es el deseo de ustedes, que nadie se escape de la ciudad para ir a dar las noticias en Jezreel.
16 Luego Jehú mismo subió al carro y fue a Jezreel, porque Joram estaba allí, en cama. También Ocozías, rey de Judá, había descendido para ver a Joram.
17 Entonces el centinela que estaba apostado en la torre de Jezreel vio al grupo de gente de Jehú que venía, y dijo: — ¡Veo un grupo de gente! Joram dijo: — Toma un jinete y envíalo a su encuentro, y que les pregunte: “¿Hay paz?”.
18 Fue el jinete a caballo a su encuentro, y le dijo: — Así ha dicho el rey: “¿Hay paz?”. Y Jehú respondió: — ¿Qué te importa a ti la paz? ¡Vuélvete conmigo! Entonces el centinela informó diciendo: — ¡El mensajero llegó hasta ellos, pero no regresa!
19 Envió otro jinete a caballo, el cual llegó hasta ellos y dijo: — Así ha dicho el rey: “¿Hay paz?”. Y Jehú respondió: — ¿Qué te importa a ti la paz? ¡Vuélvete conmigo!
20 También el centinela informó diciendo: — ¡Ese llegó hasta ellos, pero no regresa! Y la manera de conducir del que viene es como la de Jehú hijo de Nimsi, porque conduce como un loco.
21 Entonces Joram dijo: — ¡Unce el carro! Cuando unció su carro, Joram rey de Israel y Ocozías rey de Judá, cada uno en su carro, salieron al encuentro de Jehú, y lo encontraron en la parcela de Nabot de Jezreel.
22 Y cuando Joram vio a Jehú, le preguntó: — ¿Hay paz, Jehú? Y él respondió: — ¿Cómo va a haber paz, mientras continúen las fornicaciones y las muchas hechicerías de tu madre Jezabel?
23 Entonces Joram, volviendo las riendas, huyó diciendo a Ocozías: — ¡Traición, Ocozías!
24 Pero Jehú puso la flecha en su arco e hirió a Joram por la espalda. La flecha le atravesó el corazón, y él cayó sobre sus rodillas en su carro.
25 Luego Jehú dijo a Bidcar, uno de sus comandantes: — ¡Tómalo y arrójalo en la parcela del campo de Nabot de Jezreel! Acuérdate que cuando tú y yo íbamos juntos cabalgando detrás de su padre Acab, el SEÑOR pronunció contra él esta sentencia:
26 “Ciertamente vi ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos, dice el SEÑOR. Y tengo que darte la retribución en esta parcela, dice el SEÑOR”. Ahora pues, tómalo y arrójalo en la parcela, conforme a la palabra del SEÑOR.
27 Al ver esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet-hagan, y Jehú lo persiguió diciendo: — ¡Maten también a ese! Y lo hirieron en el carro en la cuesta de Gur, junto a Ibleam; pero huyó a Meguido, donde murió.
28 Entonces sus servidores lo llevaron a Jerusalén en un carro, y le dieron sepultura con sus padres en su sepulcro en la Ciudad de David.
29 En el año once de Joram hijo de Acab había comenzado a reinar Ocozías sobre Judá.
30 Jehú fue después a Jezreel. Y cuando lo oyó Jezabel, se pintó los ojos, arregló su cabello y miró por la ventana.
31 Cuando Jehú entraba por la puerta de la ciudad, ella dijo: — ¿Cómo le va a Zimri, asesino de su señor?
32 Jehú levantó la cara hacia la ventana y dijo: — ¿Quién está conmigo? ¿Quién? Miraron hacia él dos o tres funcionarios,
33 y él les dijo: — ¡Échenla abajo! La echaron, y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, los cuales la atropellaron.
34 Luego entró, y después que comió y bebió, dijo: — Ocúpense de esa maldita y sepúltenla, pues es hija de rey.
35 Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que el cráneo, los pies y las palmas de las manos.
36 Volvieron y se lo informaron. Y él dijo: — ¡Esta es la palabra que el SEÑOR habló por medio de su siervo Elías el tisbita, diciendo: “En la parcela de Jezreel, los perros comerán la carne de Jezabel;
37 y el cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo en la parcela de Jezreel, de modo que nadie pueda decir: ‘Esta es Jezabel’”.
Había llegado la hora de ejecutar la sentencia de Dios sobre la casa de Acab. El profeta envió a uno de los hijos de los profetas a ungir a Jehú. Este Jehú, como revela su historia, fue un instrumento apropiado para un juicio rápido e implacable. Era un conductor furioso, que era un símbolo de su carácter. No se detuvo ante nada, sino que se movió como un torbellino de un punto a otro hasta lograr lo que deseaba. Esto se manifiesta sorprendentemente en este capítulo.
En el camino, habiendo sido ungido directamente para su trabajo, mató a Joram con sus propias manos y, retrocediendo rápidamente, abarcó la muerte de Ocozías y luego se dirigió al lugar donde aún vivía Jezabel. Pronunciando sobre ella la mismísima condenación de Dios, cumplió en detalle la sentencia pronunciada hace mucho tiempo.
De hecho, es un capítulo terrible en el que la verdad del gobierno divino ya no está escrita en las suaves palabras de la misericordia paciente, sino en llamas de fuego. Por fin había pasado el día de la paciencia de Dios, y la espada devoradora cayó sobre las principales personas de la casa de Acab, que tanto habían hecho para abarcar la ruina de su antiguo pueblo.