Evidentemente, esta carta estaba destinada principalmente a corregir ciertos errores que los tesalonicenses estaban cometiendo con respecto a la Segunda Venida. No lograban distinguir entre las dos fases, el Día del Señor y la venida del Señor. En su introducción, el apóstol se refirió nuevamente a su fe y su amor, pero no a su esperanza. El peculiar peligro que ahora los amenazaba se encontraba en este asunto.

El apóstol procedió a tratar con "la revelación del Señor Jesús". Él será revelado "desde el cielo con los ángeles de su poder en llamas de fuego". La revelación debe tener un propósito definido. Excluirá de Su rostro y Su gloria a todos los desobedientes. Se declara que la conexión de los santos con ese apocalipsis es primero el descanso y, finalmente, deben constituir el medio a través del cual se manifestará y se maravillará la gloria del Señor Jesús.

Los terrores de Su revelación no son para los santos, y en la era que sigue a Su revelación, los santos deben asociarse con Él y ser los canales a través de los cuales se dará a conocer la verdad de Su gloria.

"Con ese fin", es decir, con tal consumación a la vista, el apóstol probó que Dios los podía considerar dignos de tal llamado, cumpliendo cada deseo y buena obra, siendo el más profundo deseo de su corazón que al fin, en la plenitud de interrelación, Cristo puede ser glorificado en ellos, y ellos en Cristo.

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