Apocalipsis 13:1-18
1 Y vi que subía del mar una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas. Sobre sus cuernos tenía diez diademas, y sobre sus cabezas había un nombre de blasfemia.
2 La bestia que vi era semejante a un leopardo; sus pies eran como de oso, y su boca como la boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono y grande autoridad.
3 Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal se había sanado. Y toda la tierra se maravilló en pos de la bestia,
4 y adoraron al dragón porque le había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia diciendo: “¿Quién es semejante a la bestia, y quién puede combatir contra ella?”.
5 Y a la bestia le fue dada una boca que hablara insolencias y blasfemias, y le fue dada autoridad para actuar por cuarenta y dos meses.
6 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar contra su nombre y contra su tabernáculo, es decir, contra los que tienen morada en el cielo.
7 Y le fue permitido hacer guerra contra los santos y vencerlos. También le fue dado poder sobre toda raza y pueblo y lengua y nación.
8 Y le adorarán todos los habitantes sobre la tierra, cuyos nombres no están inscritos en el libro de la vida del Cordero, quien fue inmolado desde la fundación del mundo.
9 Si alguno tiene oído, oiga:
10 Si alguien lleva en cautividad, es llevado en cautividad; si alguien mata a espada, tiene que ser muerto a espada. ¡Aquí está la perseverancia y la fe de los santos!
11 Y vi otra bestia que subía de la tierra. Y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, y hablaba como un dragón.
12 Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia cuya herida mortal fue sanada.
13 Y hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.
14 Y engaña a los habitantes de la tierra a causa de las señales que se le concedió hacer en presencia de la bestia, mandándoles a los habitantes de la tierra hacer una imagen en honor de la bestia que tiene la herida de espada y que revivió.
15 También le fue permitido dar aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablase e hiciera que fueran muertos todos los que no adoraran a la imagen de la bestia.
16 Y ella hace que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente,
17 y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría: El que tiene entendimiento calcule el número de la bestia, porque es número de un hombre; y su número es seiscientos sesenta y seis.
Aún revisando el proceso, se ve a una bestia como el agente de Satanás. Es el Anticristo, quien es una falsificación de Cristo. Aparece con los signos y símbolos de la realeza. Se caracteriza por ser atractivo, porque toda la tierra se maravilla de él y está obligado a adorarlo. Es la máxima blasfemia de la falsificación del Rey ungido de Dios por Satanás.
Sin embargo, se representa a otra bestia, y en él el engaño sigue avanzando. Los métodos que emplea son una falsificación de los que marcan la actividad del Espíritu. Sin embargo, todos ellos carecen de valor por la erección en el centro de su propaganda de un ídolo representativo de su maestro. Así como la falsificación siempre demuestra la existencia de lo genuino, lo genuino brinda una oportunidad para la presencia y actividad de la falsificación.
Las imitaciones siempre han constituido los peligros más graves en la historia de la Iglesia y del mundo, y el intento final del diablo de ganar el gobierno de la raza será, por tanto, un intento espantoso de imitar a la Persona del Rey coronado y ungido de Dios. La iluminación mental de la raza en ese momento no admitirá una negación positiva de la existencia de Dios o de la realidad de lo espiritual. El mundo, por lo tanto, debe ser engañado por la tergiversación.