Aún con su mente en el hecho de que la gente estaba entrando en la tierra, Moisés hizo más aplicaciones de las leyes a las nuevas condiciones. Sus palabras ahora tenían que ver con la vida, la tierra, la verdad y la justicia.

Debían proporcionarse ciudades de refugio a fin de que en la administración de la ley que salvaguarda la vida humana haya una justicia estricta. El homicidio accidental de un hombre no se contaba como homicidio premeditado. A la matanza deliberada le seguiría la pena de muerte, y las ciudades de refugio no ofrecerían puerto a los culpables.

Las palabras sobre la tierra fueron breves pero claras. Ningún hombre debía quitar un hito antiguo. La trascendental importancia de esto se comprenderá cuando se recuerde que el hombre depende absolutamente de la tierra para su sustento físico.

La verdad entre hombre y hombre en todos los tratos debe mantenerse a toda costa. Cualquier cosa que tuviera la naturaleza de falso testimonio debía ser severamente castigada.

Las últimas palabras tienen una nota de gran severidad, ya que insisten con severidad en la necesidad de la más estricta justicia en todas las interrelaciones humanas.

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