Tenemos aquí el récord de algo distintivo y sorprendente. Inmediatamente después del cierre del segundo discurso que contiene un resumen de las leyes, Moisés y los ancianos ordenaron al pueblo que, después de entrar en la tierra, erigieran en el monte Ebal piedras que debían cubrirse con yeso y que llevaran inscritas las palabras de la Ley, la referencia a la Ley es indudablemente a los Diez Mandamientos. Además, debían construir un altar en la misma montaña.

La acción fue sugerente. La ley insistía en la necesidad de la obediencia, mientras que el altar hablaba del único método de acercamiento a Dios como consecuencia de la desobediencia.

Siguiendo estas instrucciones, Moisés y los levitas acusaron al pueblo de que después de entrar en la tierra se haría un pronunciamiento formal de bendición y maldición. Las bendiciones debían ser pronunciadas desde el monte Gerizim por los hijos de Lea y Rachael; la maldición del monte Ebal por los hijos de las esclavas. Se nota aquí que no se enumeran las bendiciones pronunciadas, sino solo las maldiciones.

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