El primer movimiento del pueblo emancipado fue marchar hacia el lugar de peligro. Sucedió en la prueba de su fe, como veremos, pero el significado divino de esto le fue dicho a Moisés y está lleno de solemnidad. El juicio final de Faraón debe llevarse a cabo de tal manera que haga evidente su justicia. La gente fue llevada a un lugar donde al orgulloso corazón del obstinado rey le parecería que podía vencerlos a pesar de toda la intervención divina previa.

¿Alguna vez la locura y la ceguera del pecado persistieron más manifiestamente que en la orgullosa preparación de carros y ejércitos para vencer y destruir a un pueblo para el cual Dios se había aparecido tan maravillosamente?

El pánico de la gente no es de extrañar cuando pensamos en sus circunstancias. Moisés los confrontó con magnífica valentía y fe. La historia de su liberación no necesita comentarios. Está lleno de vida, color y poder dramático. La única gran verdad ilustrada es que bajo el gobierno divino no puede haber obstáculos que no se puedan superar. Qué solemne asombro debió inspirar los corazones de las multitudes de Israel mientras marchaban en silenciosas compañías a lo largo de la extraña carretera, con la nube de la Presencia divina actuando como su retaguardia y los muros del mar elevándose sobre ellos a la derecha y a la derecha. a la izquierda. La nueva nación caminó a través de una muerte amenazada hacia una nueva vida con conciencia de la presencia y el poder de Jehová de los que no podían escapar.

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