Éxodo 3:1-22
1 Apacentando Moisés las ovejas de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, guió las ovejas más allá del desierto y llegó a Horeb, el monte de Dios.
2 Entonces se le apareció el ángel del SEÑOR en una llama de fuego en medio de una zarza. Él observó y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía.
3 Entonces Moisés pensó: “Iré, pues, y contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume”.
4 Cuando el SEÑOR vio que él se acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: — ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: — Heme aquí.
5 Dios le dijo: — No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es.
6 Yo soy el Dios de tus padres: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
7 Y le dijo el SEÑOR: — Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus sufrimientos.
8 Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, al lugar de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos.
9 Y ahora, he aquí que el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí; también he visto la opresión con que los oprimen los egipcios.
10 Pero ahora, ve, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel.
11 Entonces Moisés dijo a Dios: — ¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?
12 Él respondió: — Ciertamente yo estaré contigo. Esto te servirá como señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, servirán a Dios en este monte.
13 Moisés dijo a Dios: — Supongamos que yo voy a los hijos de Israel y les digo: “El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les responderé?
14 Dios dijo a Moisés: — YO SOY EL QUE SOY. — Y añadió — : Así dirás a los hijos de Israel: “YO SOY me ha enviado a ustedes”.
15 — Dios dijo además a Moisés — : Así dirás a los hijos de Israel: “El SEÑOR, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes”. Este es mi nombre para siempre; este será el nombre con que seré recordado de generación en generación.
16 Ve, reúne a los ancianos de Israel y diles: “El SEÑOR, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: ‘De cierto yo los he visitado y he visto lo que se les ha hecho en Egipto.
17 Y he dicho que yo los sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos; a una tierra que fluye leche y miel’ ”.
18 »Ellos escucharán tu voz, y tú irás con los ancianos de Israel al rey de Egipto, y le dirás: “El SEÑOR, el Dios de los hebreos, ha venido a nuestro encuentro. Ahora permite que vayamos al desierto, a tres días de camino, para ofrecer sacrificios al SEÑOR nuestro Dios”.
19 »Yo sé que el rey de Egipto no los dejará ir sin que una poderosa mano lo obligue.
20 Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y después de esto los dejará ir.
21 También daré a este pueblo gracia ante los ojos de los egipcios, de modo que cuando salgan no se vayan con las manos vacías.
22 Cada mujer pedirá a su vecina y a la que habita en su casa, objetos de plata, objetos de oro y vestidos, los cuales pondrán sobre sus hijos e hijas. Así despojarán a los egipcios.
Por fin, Moisés recibió el llamado real de Dios. Lo encontró cumpliendo un deber diario, criar las ovejas de su suegro. No cabe duda de que en las silenciosas soledades del desierto había meditado sobre la condición de su pueblo. Cuarenta años, sin embargo, cambian a cualquier hombre. La ardiente impetuosidad que lo caracterizó a los cuarenta había madurado hasta convertirse en moderación y mansedumbre a los ochenta.
En la misteriosa manifestación del fuego, Dios le dijo a su siervo ciertas cosas que son la base de todo lo que vendrá después. "He visto ... he oído ... lo sé ... he venido ... te enviaré". No es de extrañar que Moisés respondiera: "¿Quién soy?". ¿Parece extraño que cuando Dios habló de sí mismo, Moisés tuviera conciencia de sí mismo? No es extraño. La luz de la gloria divina siempre revela al hombre a sí mismo. De ahí el grito: "¿Quién soy yo?" La respuesta fue inmediata y llena de gracia: "Ciertamente estaré contigo".
La segunda dificultad se le presentó inmediatamente a Moisés. Pensó en las personas a las que lo enviaban y preguntó: «¿A quién diré que me ha enviado?». Para actuar con autoridad, estaba consciente de que él mismo debía conocer mejor a Dios. La respuesta fue triple: primero, para él mismo, "YO SOY EL QUE SOY"; segundo, para Israel, "el Dios de vuestros padres"; finalmente, para Faraón, "Jehová, el Dios de los hebreos".
"A la comisión de liderazgo de Moisés hubo una comunicación directa de Su secreto. Al pueblo se le dio un Nombre que les recordó un pacto que no podía romperse. El Faraón podía conocer a Dios solo a través del pueblo elegido. De ahí las dificultades de Moisés fueron reconocidos pero puestos a la luz de una gran revelación divina.