Habiendo descrito así el orden de los acontecimientos en el futuro lejano, el profeta procedió a pronunciar con mayor detalle su profecía del antagonismo de Dios hacia aquellos que así se reunirían contra su pueblo ungido. Primero dejó perfectamente claro que la destrucción de Cog sería por el acto directo de Jehová, y que para que Su santo nombre no fuera profanado más, las naciones sabrían que Él era el Santo en Israel.

Esta destrucción, además, sería completa. El lugar de enterramiento de la última confederación contra Jehová e Israel sería el propio Israel. El juicio se caracterizaría por el temor y el terror, ya que Dios establecería Su gobierno y expondría Su gloria mediante Su último método de juicio, entre los pueblos que no habían sido persuadidos de ninguna otra manera.

La última palabra en los mensajes que tratan de la nación es una repetición de la promesa de que Jehová volvería a traer el cautiverio de Jacob, y tendría misericordia de toda la casa de Israel, y estaría celoso de Su santo nombre. En ese día de la restauración, morando con seguridad en su tierra, todavía soportarían su vergüenza, es decir, el arrepentimiento por los fracasos pasados ​​sería profundo, incluso en el día de la restauración.

Con esa actitud mental, Jehová sería santificado entre ellos a la vista de las naciones, pero tendrían la curación infinita de Su rostro descubierto y la energía permanente de Su Espíritu derramado.

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