Este pasaje constituye un párrafo que trata sobre los arreglos para las fiestas y los tiempos y estaciones señalados. Dos veces al año debía realizarse la ceremonia sagrada de purificación del santuario, el primer día del primer mes y el primer día del séptimo mes. En esta disposición se insiste en la santidad de Dios, en el sentido de que es una expiación por la casa a favor, no de ningún individuo, o de pecados específicos, sino "por todo el que yerra y por el simple".

Todavía debía celebrarse la fiesta de la Pascua y también la fiesta de los Tabernáculos. Además de estas grandes fiestas, se hicieron arreglos para la observancia ceremonial de los sábados y de los meses, y también para las ofrendas diarias. A este respecto, se siguieron instrucciones que hacían imposible que el príncipe en cualquier momento enajenara en última instancia su herencia en la tierra. Lo que dio a sus hijos debe ser de su propia herencia, para que el pueblo no sea desheredado. Ezequiel fue conducido por el ángel a través de las casas de ebullición en las que los sirvientes del santuario debían preparar la porción de las ofrendas de las que el pueblo debía participar.

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