La segunda denuncia se refería a la integridad del juicio. Su nota clave se expresó en las palabras "un fin". El profeta declaró que se había determinado el fin de la tierra y el pueblo, y enfatizó que este juicio final se llevaría a cabo por el acto de Dios para que pudieran conocerlo.

El profeta luego procedió a describir ese final. Su primera manifestación sería la parálisis del pueblo, de modo que cuando se tocara la trompeta para la batalla, y todo estuviera listo, nadie avanzaría, vencido por el terror y el dolor. Tal método de juicio sería una clara demostración de la actividad de Jehová. Para un pueblo armado y listo para la batalla, ser repentinamente golpeado por un terror sin nombre y una abrumadora conciencia de debilidad sería, para usar los términos de nuestros días, fenomenal y sobrenatural.

Esta parálisis del coraje se traduciría en una abrumadora sensación de pobreza, no en la absoluta falta de plata y oro, sino en un descabellado despojo de la plata en las calles y una sensación de impureza del oro, porque estas riquezas materiales serían inútiles. como medio de liberación de la ira de Jehová. Todo esto produciría finalmente la confesión de abrumadora perplejidad, y no se encontraría ningún intérprete. Esta segunda denuncia terminó como la primera, indicando el propósito de la venganza. "Sabrán que yo soy el Señor".

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad