En este capítulo tenemos el relato de la séptima aparición de Jehová a Abraham y es el de su prueba suprema y consecuente puesta en comunión con Dios. Debe haber sido en muchos sentidos un juicio desolador, sin razón aparente, que se produjo de repente y sin explicación. Sin embargo, es la historia del triunfo de la fe. Abraham pasó por el fuego más feroz y soportó la mayor presión mientras su fe se veía sometida a la más tremenda tensión.

La afirmación de que "Dios sí probó a Abraham" es en sí misma sugerente. Confiere honor donde prueba. No probó a Lot. Sodoma hizo eso. Dios prueba al hombre que está a prueba de Sodoma. La revelación sobresaliente de Abraham es la de alguien que, caminando por fe y no por vista, rindió obediencia activa, lista y rápida. El hombre que realmente cree en Dios siempre puede obedecerle alegremente, porque el presente sacrificio se establece a la luz de la necesidad para el cumplimiento del propósito declarado de Dios. Abraham descansó en Dios en lugar de en cualquier bendición que le concediera, a pesar de que era Isaac. La fe dependiente de las promesas divinas vio más allá del sacrificio y fue capaz de obedecer.

Puede ser que la historia nunca se pueda interpretar en el ámbito de lo natural, y lo único que podemos decir al respecto es que a través de la experiencia, Abraham llegó a tener comunión con el Dios que amó tanto al mundo que dio a su unigénito. Hijo.

La prueba fue seguida por la repetición a Abraham de todas las grandes y llenas de gracia que ya le habían hecho.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad