El estudio del último viaje de Pablo revela algunos hechos aparentemente contradictorios y, sin embargo, comunes en la experiencia de los santos. Por un lado, se multiplicaron las dificultades y los peligros. Por el otro, se estaba cumpliendo el propósito divino. Parecería que todas las fuerzas se combinaron en un esfuerzo por evitar su llegada a Roma. Por otro lado, vemos cómo todo 'la forma en que fue conducido, cuidado, consolado. Desde el principio hasta el final, este sirviente del Maestro no pronunció ninguna nota de queja.

Contamos con una descripción gráfica de la tormenta, en el curso de la cual se utilizan expresiones estrictamente náuticas que son deslumbrantes. Fue tan feroz que Lucas escribe: "Toda esperanza de que fuéramos salvos desapareció". Fue en esta coyuntura que Pablo se dirigió a la gente, y su mensaje es una espléndida evidencia de su confianza en su Maestro. La suya, "Ten buen ánimo", era una palabra de fe, pero también era el lenguaje de la razón, porque si no hubiera escuchado a su Señor asegurándole que debía venir a Roma.

Bajo el estrés de la ocasión, la gestión humana finalmente cayó completamente en manos de Paul, quien tomó sabias precauciones para evitar que los marineros abandonaran el barco. Por fin todos fueron salvados. En esta historia seguramente tenemos una imagen valiosa del método divino: Dios domina, mientras que el hombre confía en Él y actúa. Una confianza firme produce un valor fuerte y la fe verdadera se manifiesta en acciones razonables.

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