Aquí tenemos una historia terrible. El relato de Ananías y Safira contrasta vívidamente con el de Bernabé. El pecado fue un trato deshonesto con el Espíritu Santo. El juicio fue rápido y terrible.

El efecto saludable de esto se vio en el miedo de la gente a unirse a esta nueva comunidad. A pesar de estas cosas, el trabajo siguió adelante. Se agregaron al Señor multitudes de hombres y mujeres.

Las fuerzas opuestas ahora se ven cara a cara. Los enemigos de Cristo se pusieron en acción. Los apóstoles fueron arrestados y encarcelados, y fueron liberados sobrenaturalmente. La escena de su comparecencia ante los jueces es vívida. Por un lado estaba la asamblea más augusta y representativa que se pudo reunir. Por el otro, un puñado de hombres que, según todos los estándares humanos, eran meras insignificantes. Como portavoz de toda la Iglesia, Pedro se dirigió a la asamblea.

Los saduceos se llenaron de ira. Gamaliel era fariseo y realmente se encontraba más de acuerdo con la doctrina de los apóstoles que con el racionalismo de los saduceos. Aconsejó, por tanto, que estos hombres debían dejarse solos. La imagen de ellos saliendo regocijándose en el sufrimiento está llena de belleza, mostrando su experiencia de relación con Cristo.

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