La controversia fue seguida inmediatamente por un nuevo cargo al profeta. Jehová lo llamó a una vida de ascetismo personal y le ordenó que se abstuviera tanto del duelo como del regocijo. Es decir, debía mantenerse apartado del pueblo para transmitirles los mensajes de su Dios. Sus mensajes de juicio provocarían preguntas entre la gente acerca de la razón del trato de Dios con ellos.

Al profeta se le encargó que les aclarara que estas cosas eran el resultado de su propio pecado. Sin embargo, inmediatamente Jehová declaró a Su siervo que Su propósito en el juicio era la liberación definitiva del pueblo.

El profeta respondió a esta última palabra con una afirmación de su confianza en Jehová, primero en cuanto a su propia seguridad personal, y luego en cuanto a la cuestión final.

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