Jeremías recibió ahora el encargo de ir al valle del hijo de Hinón, llevando consigo una vasija de alfarero. Su mensaje allí fue de juicio. Debido a que el pueblo había abandonado a Jehová y había puesto en pie las abominaciones más espantosas, incluso para quemar a sus propios hijos en el fuego, por tanto, se determinó el juicio contra ellos.

Jeremías recibió la orden de enfatizar esta declaración de juicio rompiendo el vaso a la vista del pueblo y declarando que de la misma manera Jehová quebraría al pueblo y a la ciudad. Al regresar de Tofet, habiendo obedecido este mandamiento, se paró en el patio de la casa del Señor y repitió la declaración del juicio venidero.

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