Jeremias 25:1-38
1 La palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el primer año de Nabucodonosor, rey de Babilonia,
2 la cual habló el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén, diciendo:
3 “Desde el año décimo tercero de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, durante veintitrés años ha venido a mí la palabra del SEÑOR. Les he hablado persistentemente, pero no han escuchado.
4 El SEÑOR les envió persistentemente todos sus siervos los profetas, pero no escucharon ni inclinaron su oído para escuchar.
5 Les decían: ‘Vuélvanse, pues, cada uno de su mal camino y de la maldad de sus obras, y habiten en la tierra que el SEÑOR les ha dado a ustedes y a sus padres, para siempre jamás.
6 No vayan en pos de otros dioses, para rendirles culto y para postrarse ante ellos. No me provoquen a ira con la obra de sus manos, y no les haré mal’.
7 Sin embargo, dice el SEÑOR, no me escucharon, de modo que me han provocado a ira con la obra de sus manos, para su propio mal.
8 “Por tanto, así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: ‘Por cuanto no han escuchado mis palabras,
9 he aquí yo enviaré a tomar a todas las gentes del norte y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus habitantes, y contra todas las naciones de alrededor, dice el SEÑOR. Los destruiré por completo y los convertiré en escarnio, rechifla y ruinas perpetuas.
10 Haré perecer entre ellos la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido de las piedras del molino y la luz de la lámpara.
11 Toda esta tierra será convertida en desolación y espanto. Y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años’.
12 “Pero sucederá que cuando se hayan cumplido los setenta años, castigaré al rey de Babilonia, a aquella nación y a la tierra de los caldeos, por su maldad. Yo la convertiré en perpetua desolación.
13 Traeré contra aquella tierra todas mis palabras que he hablado acerca de ella, todo lo que está escrito en este libro que ha profetizado Jeremías contra todas las naciones.
14 Porque también de ellos se servirán muchas naciones y grandes reyes. Yo les retribuiré conforme a sus hechos y conforme a la obra de sus manos”.
15 Así me ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: “Toma de mi mano esta copa del vino de la ira, y da de beber a todas las naciones a las cuales te envío.
16 Ellas beberán y vomitarán; enloquecerán a causa de la espada que yo envío entre ellas”.
17 Tomé, pues, la copa de la mano del SEÑOR y di de beber a todas las naciones a las cuales el SEÑOR me había enviado:
18 A Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus magistrados, para convertirlos en ruinas, en horror, en rechifla y en maldición, como en este día.
19 Al faraón rey de Egipto, a sus servidores, a sus magistrados, a todo su pueblo
20 y a toda su población asimilada. A todos los reyes de la tierra de Uz y a todos los reyes de la tierra de Filistea (Ascalón, Gaza, Ecrón y los sobrevivientes de Asdod).
21 A Edom, a Moab, a los hijos de Amón;
22 a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón y a los reyes de las costas que están al otro lado del mar.
23 A Dedán, a Tema, a Buz y a todos los que se rapan las sienes.
24 A todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de la población asimilada que habita en el desierto.
25 A todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media.
26 A todos los reyes del norte, tanto a los cercanos como a los lejanos, a los unos como a los otros. Di de beber a todos los reinos que hay sobre la faz de la tierra, y el rey de Sesac beberá después de ellos.
27 “Les dirás que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘Beban y embriáguense; vomiten y caigan. No los levantarán a causa de la espada que yo envío contra ustedes’.
28 Y sucederá que si rehúsan tomar la copa de tu mano para beber, les dirás que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: ‘Tienen que beberla,
29 porque he aquí que yo comienzo a hacer mal a la ciudad que es llamada por mi nombre; y ustedes, ¿quedarán impunes? ¡No quedarán impunes, porque yo llamo la espada contra todos los habitantes de la tierra!’, dice el SEÑOR de los Ejércitos.
30 “Tú profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: ‘El SEÑOR ruge desde lo alto, y da su voz desde su santa habitación. Ruge enfurecido contra su morada; y un grito como el de los que pisan la uva, responderá a todos los habitantes de la tierra.
31 Tal rugido llegará hasta el extremo de la tierra, porque el SEÑOR tiene litigio contra las naciones. Él entra en juicio contra todo mortal; entregará los impíos a la espada’ ”, dice el SEÑOR.
32 Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: “He aquí que el mal irá de nación en nación, y un gran huracán se desatará desde los extremos de la tierra.
33 En aquel día los muertos por el SEÑOR estarán desde un extremo de la tierra hasta el otro. No serán llorados; no serán recogidos ni sepultados. Serán convertidos en abono sobre la superficie de la tierra”.
34 ¡Giman, oh pastores, y griten! Revuélquense en el polvo, oh mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días para que sean degollados y dispersados. Y caerán como carneros escogidos.
35 Se acabará el refugio de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño.
36 Se oye el ruido del griterío de los pastores, y del gemido de los mayorales del rebaño. Porque el SEÑOR ha devastado sus prados.
37 Los apacibles pastizales son devastados a causa del furor de la ira del SEÑOR.
38 Cual león, ha dejado su guarida, pues la tierra de ellos se ha convertido en horror a causa de la ira del opresor y a causa del furor de su enojo.
Aún hablando con Sedequías, Jeremías le recordó la palabra que vino en el cuarto año de Joacim. Era un mensaje que anunciaba el juicio de Dios contra Judá, Babilonia, las naciones, el mundo.
Con respecto a Judá, la razón del juicio fue su pecado persistente. A pesar de que Jehová había hablado constantemente y los había llamado a volver a la obediencia, no habían escuchado. El juicio predicho fue la conquista de Judá por Babilonia, y su cautiverio por setenta años.
Además, la profecía predijo el juicio de Babilonia después de los setenta años por una confederación de naciones y reyes. Sin embargo, el profeta había visto más lejos y había declarado que el juicio de Dios debía caer finalmente sobre todas las naciones, y que no podía escapar de él.
Finalmente, el juicio iría de nación en nación, hasta que se levantara una gran tempestad desde los confines de la tierra. Los golpes más severos de este mal caerían sobre los pastores, es decir, sobre los reyes y gobernantes. Así, nuevamente Sedequías, al recordar la profecía pronunciada en el cuarto año de Joacim, vería cuán inevitable era la condenación que ahora lo amenazaba a sí mismo ya Jerusalén.