Este capítulo y el siguiente tienen que ver con las relaciones directas entre Jeremías y los falsos profetas contra quienes Jeremías advirtió tan solemnemente a Sedequías.

En este capítulo tenemos el relato del incidente entre Hananías y Jeremías. En la casa de Jehová, Hananías le dijo a Jeremías que Jehová había declarado que dentro de dos años completos restauraría los vasos y el pueblo, rompiendo el yugo del rey de Babilonia. Jeremías, evidentemente engañado, asintió y, sin embargo, es evidente que no estaba seguro, porque le declaró a Hananías que la única prueba de la autoridad divina era el cumplimiento de la predicción.

Sin embargo, estaba tan convencido que permitió que Hananiah le quitara la barra del cuello y la rompiera. Esto se hizo públicamente, y Hananías declaró al pueblo que Jehová rompería el yugo de Nabucodonosor dentro de dos años.

Inmediatamente la palabra del Señor vino a Jeremías, contradiciendo todo lo que Hananías había declarado. Es evidente por la historia que el fracaso de Jeremías fue un error de juicio más que una desviación de la lealtad al deber. El castigo no recayó sobre él, sino sobre Hananías, porque había hecho que el pueblo confiara en una mentira.

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