Job 32:1-22
1 Estos tres hombres cesaron de responder a Job porque él era justo ante sus propios ojos.
2 Entonces se encendió contra Job la ira de Elihú hijo de Beraquel el buzita, de la familia de Ram. Se encendió su ira contra Job por cuanto se justificaba más a sí mismo que a Dios.
3 Igualmente, se encendió su ira contra los tres amigos porque no hallaban qué responder, aunque habían condenado a Job.
4 Elihú había esperado para hablar a Job porque ellos eran mayores que él en edad.
5 Pero al ver Elihú que no había respuesta en la boca de aquellos tres hombres, se encendió en ira.
6 Entonces intervino Elihú hijo de Beraquel el buzita y dijo:
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Ahora se escucha la última voz en la controversia terrenal. Es una nueva voz, y Job nunca tiene la oportunidad de responder. Además, Dios en los movimientos finales no se fija más que en la interrupción, y en el epílogo Eliú no tiene lugar.
Sin embargo, el largo discurso de este hombre está lleno de interés y se mueve como una percepción en un plano más alto que el de los hombres que habían hablado. En los primeros cinco versículos, Eliú es presentado por el autor del Libro. Sus tres amigos guardaron silencio, porque no pudieron convencer a Job de su culpabilidad. En presencia de su incapacidad, Eliú, quien evidentemente había escuchado todo el argumento, se enfureció.
Esta ira fue contra Job porque se había justificado a sí mismo en lugar de a Dios. Fue contra los amigos de Job porque no estaban a la altura de la tarea que se habían propuesto. En la apertura de su discurso, Eliú se disculpó. Había guardado silencio a causa de su juventud. Mientras escuchaba, llegó a la conclusión de que la edad no siempre es sabiduría. Dirigiéndose a los amigos, declaró que había esperado, y habían fallado, e indicó su intención de adoptar un nuevo método. La disculpa finalizó con un soliloquio en el que consideró el fracaso de los otros hombres y habló de su propia conciencia de convicción y disposición para hablar.