Job 39:1-30
1 »¿Conoces tú el tiempo en que paren las cabras monteses?
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Y aún sigue adelante la develación: el misterio de la procreación y el nacimiento de los animales inferiores, con las penas de los dolores de parto y el hallazgo de la fuerza; la libertad y el desenfreno y la espléndida indomabilidad del asno salvaje, la fuerza incontrolada del buey salvaje; en todas estas cosas Dios se revela interesado y, además, activo. Se tratan las diferentes manifestaciones de locura, poder y sabiduría, que son evidentes entre las aves y las bestias.
Se describe al avestruz regocijándose en el poder de sus piñones y en su locura abandonando sus huevos y sus crías; y su misma locura se explica por el acto de Dios. La privó de sabiduría.
Entonces, no hay nada que suceda en estos reinos inferiores de la vida, aparte de la voluntad de Dios. El caballo de guerra con su fuerza, pero dócil para que sirva al hombre y llegue a regocijarse en medio de extrañas y horribles escenas y sonidos de batalla, todavía no es creación del hombre. Toda su fuerza esencial es divinamente otorgada. El halcón, con sabiduría dirigiéndolo hacia la tierra del sur, y el águila colocando su nido en lo alto, lejos de la posibilidad de intrusión, pero en un lugar de observación que le permita alimentar a sus crías, estos también son guiados por Dios. Aunque en la gran dispensación de Su gobierno Dios ha confiado dominio sobre el hombre, es dominio sobre hechos y fuerzas que él no ha originado ni sustenta.