Prosiguiendo, Elifaz preguntó a Job a quién apelaría, a cuál de los santos, es decir, en contra de la verdad que había declarado, o en defensa de sí mismo. A la luz de la culpa evidente, toda la irritación y los celos, tal como los había manifestado Job, constituyen el pecado que produce la perdición final. Su intento de explicación del significado del sufrimiento luego cristalizó en forma proverbial:

La aflicción no sale del polvo, Ni la angustia brota de la tierra. Es decir, nuevamente, debe haber habido una siembra para tal cosecha.

Luego, Elifaz procedió a dar su consejo a Job diciéndole lo que haría. Él "buscaría a Dios" y a Él encomendaría su causa. A esta declaración le sigue un pasaje de gran belleza, en el que habla de la fidelidad y el poder del Altísimo. Para persuadir a su amigo sufriente de tal acción, describió la confianza y la liberación y restauración definitivas que le llegarían si confiara en Dios.

Todo es muy hermoso, pero absolutamente miope. Elifaz no tenía conocimiento de esos concilios secretos en el cielo y estaba cometiendo el error de intentar presionar todas las cosas en el marco de su filosofía.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad