El hecho del fracaso de Israel se revela aún más en este capítulo. En los primeros cinco versículos tenemos el relato de la llegada de un mensajero de Gilgal. Este mensajero, al que se hace referencia como "el ángel del Señor", puede haber sido un profeta, porque la palabra traducida "ángel" puede traducirse con igual precisión como mensajero. Por otro lado, pudo haber sido una personalidad divina y angelical especial.

Hubo una asamblea del pueblo en Boquim. No se nos dice con qué propósito, pero el mensaje que se les trajo los llamó a volver a ser leales a Dios.

Inmediatamente después de esto, el historiador da una breve retrospectiva de la situación de los asuntos bajo Josué, enfatizando que durante su vida y la vida de los ancianos asociados con él, el pueblo sirvió al Señor; pero que después de la muerte de éstos surgió una generación que no conoció al Señor. Por supuesto, esto no significa que ignoraran el hecho del gobierno divino, sino que fueron descuidados y desobedientes.

Esta declaración va seguida de una sinopsis de la historia que aún no se ha explicado con mayor detalle. Aquí los hechos se exponen a la luz de la relación que el pueblo tenía con Dios. Se indican tres movimientos, cuyos detalles se encontrarán en secciones posteriores. El primero tenía que ver con el pecado del pueblo (versos Jueces 2: 11-13), el segundo con el castigo que siguió (versículos Jueces 2: 14-15), el tercero con las liberaciones (versículo Jueces 2:16). Continuando, encontramos un registro de pecado repetido (versículos Jueces 2: 20-23).

Esta conexión de pecado, castigo y liberación constituye realmente la nota clave del movimiento histórico registrado en todo el Libro.

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