Jueces 20:1-48
1 Entonces todos los hijos de Israel salieron, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, y la asamblea acudió como un solo hombre al SEÑOR en Mizpa.
2 Los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, estaban presentes en la reunión del pueblo de Dios, cuatrocientos mil hombres de infantería que sacaban espada.
3 Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de Israel habían subido a Mizpa. Entonces dijeron los hijos de Israel: — Digan cómo fue cometido este crimen.
4 El levita, marido de la mujer asesinada, respondió y dijo: — Yo llegué con mi concubina a Gabaa de Benjamín para pasar la noche.
5 Entonces se levantaron contra mí los hombres de Gabaa y rodearon la casa por causa mía, por la noche, con la idea de matarme. Violaron a mi concubina de tal manera que ella murió.
6 Después sujeté a mi concubina, la corté en pedazos y los envié por todo el territorio de la heredad de Israel, por cuanto habían cometido una infamia y una vileza en Israel.
7 He aquí, todos ustedes, oh hijos de Israel, den aquí su parecer y consejo.
8 Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó y dijo: — ¡Ninguno de nosotros irá a su morada ni nadie regresará a su casa!
9 Y ahora, esto es lo que haremos a Gabaa: Subiremos por sorteo contra ella.
10 De todas las tribus de Israel tomaremos diez hombres de cada cien y cien de cada mil y mil de cada diez mil, que lleven provisiones al pueblo, para que yendo a Gabaa de Benjamín, le hagan conforme a toda la vileza que ha cometido en Israel.
11 Todos los hombres de Israel se juntaron contra la ciudad, unidos como un solo hombre.
12 Y las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín, diciendo: — ¿Qué crimen es este que se ha cometido entre ustedes?
13 Ahora pues, entreguen a esos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos y extirpemos el mal de en medio de Israel. Pero los hijos de Benjamín no quisieron escuchar la voz de sus hermanos, los hijos de Israel.
14 Más bien, los hijos de Benjamín vinieron de sus ciudades y se reunieron en Gabaa para salir a la guerra contra los hijos de Israel.
15 Aquel día fueron contados los hijos de Benjamín: veintiséis mil hombres de las ciudades que sacaban espada, sin contar a los habitantes de Gabaa, que fueron setecientos hombres escogidos.
16 Entre toda aquella gente había setecientos hombres escogidos que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no fallaban.
17 Fueron contados los hombres de Israel, excluyendo a los de Benjamín: cuatrocientos mil hombres que sacaban espada, todos hombres de guerra.
18 Luego se levantaron los hijos de Israel, subieron a Betel y consultaron a Dios diciendo: — ¿Quién subirá primero por nosotros a la batalla contra los hijos de Benjamín? Y el SEÑOR respondió: — Judá subirá primero.
19 Los hijos de Israel se levantaron por la mañana y acamparon frente a Gabaa.
20 Salieron los hijos de Israel a la batalla contra Benjamín. Y los hombres de Israel dispusieron la batalla contra ellos junto a Gabaa.
21 Pero los hijos de Benjamín salieron de Gabaa y aquel día dejaron muertos en tierra a veintidós mil hombres de Israel.
22 Sin embargo, el pueblo se fortaleció, y los hombres de Israel volvieron a disponer la batalla en el mismo lugar donde la habían dispuesto el primer día.
23 Los hijos de Israel subieron y lloraron delante del SEÑOR hasta el atardecer, y consultaron al SEÑOR diciendo: — ¿Volveremos a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos? Y el SEÑOR les respondió: — Suban contra ellos.
24 El segundo día, los hijos de Israel se acercaron a los hijos de Benjamín.
25 Aquel segundo día los de Benjamín salieron de Gabaa contra ellos y dejaron muertos en tierra a otros dieciocho mil de los hijos de Israel, todos los cuales sacaban espada.
26 Entonces subieron todos los hijos de Israel y todo el pueblo, y fueron a Betel. Lloraron, permanecieron allí delante del SEÑOR, ayunaron aquel día hasta el atardecer y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz delante del SEÑOR.
27 Los hijos de Israel consultaron al SEÑOR. (El arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días;
28 y Fineas hijo de Eleazar, hijo de Aarón, servía delante de ella en aquellos días). Ellos preguntaron: — ¿Volveremos a salir a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos, o desistiremos? Y el SEÑOR respondió: — Suban, porque mañana yo los entregaré en su mano.
29 Entonces Israel puso gente emboscada alrededor de Gabaa.
30 Y el tercer día, cuando los hijos de Israel subieron contra los hijos de Benjamín, dispusieron la batalla frente a Gabaa, como las otras veces.
31 Los hijos de Benjamín salieron para enfrentar al pueblo y fueron alejados de la ciudad. Como las otras veces, comenzaron a matar a algunos de ellos en el campo, por los caminos, uno de los cuales sube a Betel y otro a Gabaa. Habían matado a unos treinta hombres de Israel,
32 y los hijos de Benjamín decían: “¡Son vencidos delante de nosotros, como la primera vez!”. Pero los hijos de Israel habían dicho: “Huiremos y los alejaremos de la ciudad hasta los caminos”.
33 Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de su lugar, y dispusieron la batalla en Baal-tamar. La gente emboscada de Israel se lanzó desde su lugar, al oeste de Gabaa,
34 y fueron ante Gabaa diez mil hombres escogidos de todo Israel. La batalla comenzó a arreciar, pero ellos no se daban cuenta de que el desastre se les venía encima.
35 El SEÑOR derrotó a Benjamín ante Israel, y los hijos de Israel mataron aquel día a veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos los cuales sacaban espada.
36 Entonces los hijos de Benjamín vieron que estaban derrotados. Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín, porque estaban confiados en la gente emboscada que habían puesto contra Gabaa.
37 La gente de la emboscada se apresuró y acometió contra Gabaa. La gente de la emboscada se desplegó y mató a filo de espada a toda la ciudad.
38 Los hombres de Israel tenían un acuerdo con los de la emboscada: que se hiciera subir una gran columna de humo desde la ciudad.
39 Cuando los hombres de Israel retrocedieron en la batalla, los de Benjamín comenzaron a derribar muertos a unos treinta hombres de Israel y decían: “Ciertamente son vencidos delante de nosotros, como en la primera batalla”.
40 Pero cuando la señal, una columna de humo, comenzó a subir de la ciudad, entonces Benjamín miró hacia atrás, y he aquí que el fuego de la ciudad entera subía al cielo.
41 Entonces los hombres de Israel se volvieron, y los de Benjamín se aterrorizaron, porque vieron que el desastre se les había venido encima.
42 Luego volvieron las espaldas ante los hombres de Israel, hacia el camino del desierto. Pero la batalla los alcanzó, y los que venían de las ciudades los destruían en medio de ellos.
43 Así cercaron a los de Benjamín, los persiguieron desde Noja, y los acosaron hasta la misma Gabaa por el lado oriental.
44 Cayeron dieciocho mil hombres de Benjamín, todos ellos hombres de valor.
45 Entonces se dirigieron hacia el desierto, y huyeron a la peña de Rimón; y fueron muertos otros cinco mil hombres en los caminos. Continuaron acosándolos hasta Gidom y mataron a otros dos mil hombres de ellos.
46 Y todos los que cayeron de Benjamín aquel día fueron veinticinco mil hombres que sacaban espada, todos hombres de valor.
47 Pero seiscientos hombres se dirigieron al desierto y huyeron a la peña de Rimón, y permanecieron en la peña de Rimón durante cuatro meses.
48 Los hombres de Israel se volvieron contra los hijos de Benjamín y en las ciudades hirieron a filo de espada tanto a hombres como animales, y todo lo que fue hallado. Asimismo, prendieron fuego a todas las ciudades que hallaron.
La acción del levita cumplió su propósito. La nación se conmovió momentáneamente hacia su centro. Estalló una gran pasión moral. Debajo de toda la degeneración había un verdadero estrato de convicción religiosa, que en presencia de la iniquidad de los hombres de Guibeá cobró vida y acción.
Es muy notable cómo en el caso de las naciones que se apartan de los ideales religiosos esto es siempre cierto. En medio de los tiempos más sórdidos y degradados, en presencia de una manifestación del mal más violenta de lo habitual, las convicciones adormecidas del pasado se encenderán en una nueva sensibilidad y exigirán reconocimiento.
En respuesta a la súplica espantosa y sangrienta del levita, vemos a las tribus de Israel reunidas ante Dios buscando saber cómo actuar.
El bajo nivel de moralidad que se había manifestado en una forma tan poderosa podía ser tratado con sufrimiento general. Los hombres que estaban equivocados fueron brutalmente desafiantes y se negaron a entregar a los pecadores. Además, fueron lo suficientemente fuertes al principio para derrotar al ejército de Israel, y una vez más se ve a sus huestes en lamentación, esperando ante Dios.
Después de esto, volvieron a avanzar, esta vez a la victoria y al doloroso castigo de los pecadores y de aquellos que habían perdonado su pecado.