Jueces 3:1-31
1 Estas son las naciones que el SEÑOR dejó para probar por medio de ellas a Israel — a todos los que no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán — ,
2 solo para que las generaciones de los hijos de Israel conocieran la guerra y la enseñaran a los que antes no la habían conocido:
3 los cinco jefes de los filisteos, todos los cananeos, los sidonios y los heveos que habitaban en la región montañosa del Líbano, desde el monte Baal-hermón hasta Lebo-hamat.
4 Estos estaban para probar por medio de ellos a Israel, para saber si este obedecería los mandamientos que el SEÑOR había dado a sus padres por medio de Moisés.
5 Así es que los hijos de Israel habitaron entre los cananeos, los heteos, los amorreos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos.
6 Además, tomaron a sus hijas por mujeres, dieron sus hijas a los hijos de ellos y sirvieron a sus dioses.
7 Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del SEÑOR. Olvidaron al SEÑOR su Dios y sirvieron a los Baales y a las Aseras.
8 Así que el furor del SEÑOR se encendió contra Israel, y los abandonó en manos de Cusán-risataim, rey de Siria mesopotámica. Los hijos de Israel sirvieron a Cusán-risataim durante ocho años.
9 Pero cuando los hijos de Israel clamaron al SEÑOR, el SEÑOR levantó un libertador a los hijos de Israel, quien los libró. Este fue Otoniel hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb.
10 El Espíritu del SEÑOR vino sobre él y juzgó a Israel. Salió a la guerra, y el SEÑOR entregó en su mano a Cusán-risataim, rey de Siria mesopotámica; y su mano prevaleció contra Cusán-risataim.
11 Así reposó la tierra durante cuarenta años. Y murió Otoniel hijo de Quenaz.
12 Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR. Y el SEÑOR fortaleció a Eglón, rey de Moab, contra Israel, porque habían hecho lo malo ante los ojos del SEÑOR.
13 El rey reunió consigo a los hijos de Amón y de Amalec, y fue y derrotó a Israel; y tomaron posesión de la Ciudad de las Palmeras.
14 Y los hijos de Israel sirvieron a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años.
15 Pero los hijos de Israel clamaron al SEÑOR, y el SEÑOR les levantó un libertador: Ehud hijo de Gera, un hombre de Benjamín, que era zurdo. Los hijos de Israel enviaron con él un presente a Eglón, rey de Moab.
16 Ehud se había hecho un puñal de doble filo y de unos treinta centímetros de largo, y se lo ciñó debajo de su ropa, sobre su muslo derecho.
17 Él entregó el presente a Eglón, rey de Moab. Eglón era un hombre muy obeso.
18 Aconteció que después de haber entregado el presente, Ehud despidió a la gente que lo había traído.
19 Pero él se volvió desde los ídolos que están cerca de Gilgal, y le dijo: — Oh rey, tengo un mensaje secreto para ti. Entonces él dijo: — ¡Calla! Luego salieron de su presencia todos los que estaban con él.
20 Y Ehud se acercó a él, quien estaba sentado en una sala de verano que tenía para él solo. Ehud le dijo: — Tengo un mensaje de Dios para ti. Entonces él se levantó de su silla,
21 pero Ehud extendió su mano izquierda, tomó el puñal de su muslo derecho y se lo hundió en el vientre.
22 El mango entró tras la hoja y la gordura cubrió la hoja, porque no sacó el puñal de su vientre; y le salió por detrás.
23 Luego Ehud salió al pórtico, cerró tras sí las puertas de la sala de verano y puso el cerrojo.
24 Cuando él salió, fueron los siervos del rey y miraron; y he aquí que las puertas de la sala estaban cerradas con cerrojo. Ellos dijeron: — Sin duda está haciendo sus necesidades en el interior de la sala de verano.
25 Esperaron hasta quedar desconcertados. Pero viendo que él no abría las puertas de la sala, tomaron la llave y la abrieron. Y he aquí que su señor estaba caído sobre el suelo, muerto.
26 Mientras ellos esperaban, Ehud se escapó. Luego pasó los ídolos y se escapó hacia Seirat.
27 Cuando llegó, tocó la corneta en la región montañosa de Efraín. Entonces los hijos de Israel descendieron con él de los montes, y él iba delante de ellos.
28 Después él les dijo: — ¡Síganme, porque el SEÑOR ha entregado en la mano de ustedes a sus enemigos los moabitas! Ellos fueron tras él, tomaron los vados del Jordán que conducen a Moab y no dejaron pasar a nadie.
29 En aquella ocasión mataron como a diez mil hombres de los moabitas, todos hombres robustos y valientes. No escapó ninguno.
30 Así quedó Moab, aquel día, sometido bajo la mano de Israel. Y la tierra reposó durante ochenta años.
31 Después de él vino Samgar hijo de Anat, quien mató a seiscientos hombres de los filisteos con una vara para arrear bueyes. Él también libró a Israel.
Dios dejó a ciertas naciones, una compañía de enemigos implacables, para probar a Israel. La anulación de Dios se establece notablemente en esta declaración. Las personas que se habían negado a expulsar a los enemigos ahora debían aprender, mediante un prolongado conflicto con ellos, las lecciones de vital importancia para el cumplimiento del propósito divino.
En lo que queda de este capítulo, se registran los dos primeros movimientos de fracaso, castigo y liberación. El primero de ellos ocupa los versículos siete al once. Su pecado se declara definitivamente como que se olvidaron de Dios.
La declaración sugiere un deterioro gradual que termina en degeneración. El castigo por esto consistió en ocho años de opresión. Bajo esta aflicción clamaron a Dios y Él los escuchó, y el primero de los jueces apareció en la persona de Otoniel, un pariente de Caleb. De él se dice: "Y juzgó a Israel, y salió a la guerra". Así se escuchó a la nación arrepentida y el libertador divinamente designado volvió a poner a la nación en orden. Siguieron cuarenta años de descanso.
Luego tenemos la historia de la segunda declinación. A la muerte de Otoniel, el pueblo volvió a pecar. Esta vez el castigo llegó a través de Eglon. Una declaración esclarecedora que se hace aquí es que Jehová fortaleció a Eglón.
Lo único que se impresiona más vívidamente en la mente al leer estos relatos es el hecho del gobierno de Dios. Después de dieciocho años clamaron a Él una y otra vez Él escuchó. Aod fue el libertador. Probablemente Shamgar estuvo asociado con él de alguna manera en este trabajo. A esta liberación le siguieron ochenta años de descanso.