Lucas 6:1-49
1 Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos arrancaban espigas y las comían restregándolas con las manos.
2 Y algunos de los fariseos dijeron: — ¿Por qué hacen lo que no es lícito hacer en los sábados?
3 Respondiéndoles, Jesús dijo: — ¿No han leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y los que estaban con él?.
4 Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la Presencia, que no es lícito comer sino solo a los sacerdotes, y comió y dio también a los que estaban con él.
5 También les decía: — El Hijo del Hombre es Señor del sábado.
6 Aconteció en otro sábado, que él entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba paralizada.
7 Los escribas y los fariseos lo acechaban para ver si lo sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle.
8 Pero él, conociendo los razonamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: — Levántate y ponte en medio. Él se levantó y se puso en medio.
9 Entonces Jesús les dijo: — Yo les pregunto: “¿Es lícito en el sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?”.
10 Y mirándolos a todos en derredor, dijo al hombre: — Extiende tu mano. Él lo hizo, y su mano le fue restaurada.
11 Entonces ellos se llenaron de enojo y discutían los unos con los otros qué podrían hacer con Jesús.
12 Aconteció en aquellos días, que Jesús salió al monte para orar y pasó toda la noche en oración a Dios.
13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce a quienes también llamó apóstoles:
14 a Simón, al cual también llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé;
15 a Mateo y a Tomás; a Jacobo hijo de Alfeo, y a Simón llamado el Zelote;
16 a Judas hijo de Jacobo, y a Judas Iscariote, que también llegó a ser el traidor.
17 Descendió con ellos y se detuvo en una llanura, junto con una multitud de sus discípulos y un gran número de personas de toda Judea, de Jerusalén y de las costas de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírlo y para ser sanados de sus enfermedades.
18 Los que eran atormentados por espíritus inmundos eran sanados,
19 y toda la gente procuraba tocarlo; porque salía poder de él y sanaba a todos.
20 Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía: “Bienaventurados ustedes los pobres porque de ustedes es el reino de Dios.
21 “Bienaventurados los que ahora tienen hambre porque serán saciados. “Bienaventurados los que ahora lloran porque reirán.
22 “Bienaventurados son cuando los hombres los aborrecen, cuando los apartan de sí y los vituperan, y desechan el nombre de ustedes como si fuera malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gócense en aquel día y salten de alegría porque he aquí su galardón es grande en el cielo; pues así hacían los padres de ustedes a los profetas.
24 “Pero ¡ay de ustedes los ricos! Porque están recibiendo su consuelo.
25 “¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados! Porque tendrán hambre. “¡Ay de ustedes, los que ahora se ríen! Porque se lamentarán y llorarán.
26 “¡Ay de ustedes, cuando todos los hombres hablan bien de ustedes! Porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
27 “Pero a ustedes, los que oyen, les digo: Amen a sus enemigos y hagan bien a los que los aborrecen;
28 bendigan a los que los maldicen y oren por los que los maltratan.
29 Al que te hiera en la mejilla preséntale también la otra; y al que te quite el manto no le niegues la túnica.
30 A cualquiera que te pida dale; y al que tome lo que es tuyo no se lo vuelvas a pedir.
31 “Y como quieren que hagan los hombres con ustedes, así también hagan ustedes con ellos.
32 Porque si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Pues también los pecadores aman a los que los aman.
33 Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo.
34 Y si dan prestado a aquellos de quienes esperaban recibir, ¿qué mérito tienen? Pues también los pecadores dan prestado a los pecadores para recibir otro tanto.
35 “Más bien, amen a sus enemigos y hagan bien y den prestado sin esperar ningún provecho. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos.
36 Sean misericordiosos, como también su Padre es misericordioso.
37 “No juzguen, y no serán juzgados. No condenen, y no serán condenados. Perdonen, y serán perdonados.
38 Den, y se les dará; medida buena, apretada, sacudida y rebosante se les dará en su regazo. Porque con la medida con que miden se les volverá a medir”.
39 Entonces les dijo una parábola: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40 El discípulo no es superior a su maestro, pero cualquiera que es plenamente instruido será como su maestro.
41 ¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano pero dejas de ver la viga que está en tu propio ojo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que yo saque la brizna de tu ojo’, sin que mires la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano.
43 “No es buen árbol el que da malos frutos ni es árbol malo el que da buen fruto.
44 Porque cada árbol es conocido por su fruto; pues no se recogen higos de los espinos ni tampoco se vendimian uvas de una zarza.
45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
46 “¿Por qué me llaman: ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que digo?
47 Yo les mostraré a qué es semejante todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las hace.
48 Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundo y puso los cimientos sobre la roca. Y cuando vino una inundación, el torrente golpeó con ímpetu contra aquella casa y no la pudo mover porque había sido bien construida.
49 Pero el que oye y no hace es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos. El torrente golpeó con ímpetu contra ella; en seguida cayó y fue grande la ruina de aquella casa”.
En una sinagoga, nuestro Señor sanó al hombre que tenía la mano seca, y los vigilantes religiosos se llenaron de ira porque, según ellos, nuestro Señor había profanado el sábado. Seguramente, no hay profanación de las ordenanzas divinas tan poderosa como esa severa ortodoxia que obstruye la corriente de la compasión. Al cumplir su intención, el Señor del sábado lo guardó sagradamente al restaurar la salud y el poder de este hombre.
Lucas nos da aquí el relato de la elección de los doce por parte de nuestro Señor. Es instructivo y revelador que Lucas nos diga que nuestro Señor precedió a esta elección con una noche de oración. En la disposición de los nombres notamos que estaban colocados en doble arnés, de dos en dos, pero había un solo apostolado.
Tenemos a continuación el discurso de nuestro Señor a Sus discípulos, pronunciado a los oídos de la multitud. La diferencia entre este discurso y el Sermón de la Montaña está, entre otras cosas, en la omisión aquí de todo contraste entre el sistema antiguo y el nuevo. Aquí tenemos los grandes principios para la bendición de la humanidad en general. Jesús terminó su acusación con una afirmación, tranquila en su asunción de autoridad, y sorprendente también, ya que reveló el carácter que permanecerá a pesar de todas las tormentas. Observe cuidadosamente la triple condición.
1. "Todo el que a mí viene". Rendición.
2. "Y oye mis palabras", discipulado.
3. "Y los hace", obediencia.