Miqueas 7:1-20
1 ¡Ay de mí! ¡He venido a ser como los últimos frutos del verano, como el rebusco después de la vendimia! Ya no queda racimo que comer; mi alma desea los primeros higos.
2 El piadoso ha desaparecido de la tierra; no hay ni uno que sea recto entre los hombres. Cada cual acecha la vida; cada cual caza a su prójimo con una red.
3 Han adiestrado sus manos para hacer el mal: El gobernante exige, el juez juzga por soborno y el poderoso habla según el antojo de su alma; y así lo retuercen.
4 El mejor de ellos es como la espina; el más correcto de ellos es como zarzal. ¡Ay de tus centinelas, pues tu castigo ha venido! ¡Ahora será su confusión!
5 No crean en el amigo; no esperen en el compañero. Cuídate de la que duerme en tu seno; guarda también tu boca.
6 Porque el hijo trata con desdén a su padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su propia casa.
7 Pero yo miraré al SEÑOR; esperaré en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!
8 Tú, oh enemiga mía, no te alegres contra mí; pues aunque caí me levantaré. Aunque yo habite en tinieblas el SEÑOR será mi luz.
9 Porque pequé contra el SEÑOR soportaré su ira, hasta que él juzgue mi causa y me haga justicia. Él me sacará a la luz y yo veré su justicia.
10 Mi enemiga lo verá, y la que me decía: “¿Dónde está tu Dios?” se cubrirá de vergüenza. Y mis ojos la verán. ¡Ahora será pisoteada como el lodo de la calle!
11 Viene el día en que se edificarán tus muros. En aquel día se ampliarán tus límites;
12 en aquel día vendrán a ti desde Asiria y las ciudades de Egipto y desde Egipto hasta el Río, de mar a mar y de montaña a montaña.
13 Y la tierra llegará a ser una desolación por causa de sus moradores, como fruto de sus obras.
14 Apacienta a tu pueblo con tu cayado, al rebaño de tu posesión que habita solitario en medio del bosque del Carmelo. Apacentarán sus rebaños en Basán y en Galaad como en los tiempos antiguos.
15 “Yo les mostraré maravillas como en el día en que saliste de la tierra de Egipto”.
16 Las naciones lo verán y quedarán confundidas a causa de todo el poder de ellos. Se pondrán la mano sobre la boca y sus oídos se ensordecerán.
17 Lamerán el polvo como la culebra, como los reptiles de la tierra. Saldrán temblando desde sus encierros; tendrán pánico del SEÑOR nuestro Dios y tendrán miedo de ti.
18 ¿Qué Dios hay como tú que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad? No ha guardado para siempre su enojo porque él se complace en la misericordia.
19 Volverá a compadecerse de nosotros. Pisoteará nuestras iniquidades y echará nuestros pecados en las profundidades del mar.
20 Concederás la verdad a Jacob y a Abraham la lealtad que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos.
Después de la acusación, el pueblo estalla en un lamento que tiene la naturaleza de una confesión, sumisión al juicio y la esperanza. El profeta responde al grito con un mensaje de esperanza, que, sin embargo, termina con la conciencia de la necesidad del juicio.
Después de esto, la gente ora pidiendo la guía de Jehová, y Jehová responde con la promesa de que los guiará como en la antigüedad. Entonces, el profeta en la fe repite la promesa de Jehová.
El último movimiento es una gran doxología final, pronunciada por todo el pueblo, que celebra la paciencia de Dios y la restauración segura de su pueblo. El mensaje de esperanza del profeta es una descripción exclamativa de un nuevo día, cuando se construirán los muros y los límites se establecerán mucho más allá de las limitaciones existentes, un día en el que la gente se reunirá de otros países y ciudades.
Así, el mensaje de Miqueas se centró en el tema de la autoridad. El profeta procesa y condena la autoridad de aquellos que se habían apartado de las verdaderas normas de gobierno, ya sean príncipes, profetas o sacerdotes; y predijo la venida del verdadero Gobernante, bajo quien todas las falsas confidencias serían destruidas y el verdadero orden restaurado.