Que la murmuración del pueblo contra el gobierno divino fue algo malo se enfatiza por el hecho de que se dio una señal sobrenatural en vindicación final de la posición de Aarón. La razón para dar la señal fue declarada con las palabras: "Haré cesar de mí las murmuraciones de los hijos de Israel, que murmuran contra ti". El espíritu de rebelión se manifestó después de diferentes maneras y por diferentes razones, pero parece probable que cualquier queja contra los derechos del liderazgo designado por Dios de Moisés y el sacerdocio de Aarón cesó en ese momento.

La señal concedida era sencilla, pero luminosamente sugerente. Se ordenó a doce príncipes que representaban a las doce tribus que trajeran varas con sus nombres inscritos en ellas y las presentaran ante el Señor. La vara de Aarón brotó, floreció y dio fruto. Estos efectos fueron pacientemente el resultado de la acción divina, y así se enseñó a los hombres que la posición de Aarón no se debía a nada inherente a él, sino al nombramiento directo y al equipo de Jehová.

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