Este salmo está estrechamente relacionado con el que le sigue. En esto, el tema es la grandeza y la gracia de Jehová. En hebreo hay diez versículos, los primeros ocho tienen dos líneas en cada uno y los últimos dos tres líneas en cada uno. Eso hace un total de veintidós líneas. Las primeras letras de estas líneas constituyen el alfabeto. Por tanto, es un canto de alabanza construido como un acróstico alfabético.

Otra división es la de tomar las primeras siete líneas que hablan de Su grandeza; los siguientes doce que proclaman Su gracia; y los últimos tres que declaran la sabiduría de los que le temen y actúan en consecuencia. Esta última división prepara el camino para el próximo salmo. La grandeza de Jehová se manifiesta en Sus obras, cuyas características supremas son honor, majestad y justicia.

La gracia es evidente en todos sus tratos con su pueblo. Estos se caracterizan por la compasión y la constancia; por la rectitud y la redención. En vista de tal grandeza y gracia, cuán cierto es que temerle es sabiduría, y hacer su voluntad es evidencia de buen entendimiento.

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