Esto puede ofender a algunos que quieran saber por qué su libertad debería estar limitada por la conciencia de otra persona. ¿Por qué, si comen la carne con gratitud a Dios, o lo hacen porque disfrutan de la gracia de Dios revelada en su estado ante Él, deberían ser criticados por comer aquello por lo que han dado gracias? ¿Por qué deberían juzgar en términos de lo que piensan los demás? Si están haciendo lo correcto desde su propio punto de vista, ¿por qué deberían preocuparse por lo que piensan los demás?

La respuesta de Pablo sería, como ya ha demostrado, que una vez más todo lo que piensan es de ellos mismos y de lo que es para su propio beneficio, cuando en lo que deberían estar pensando es en el efecto que tendría en los demás. Les falta esa consideración por los demás que es fundamental para el amor cristiano. (Por lo tanto, es digno de mención que no solo los hombres de hoy en día exigen sus derechos a cualquier precio, independientemente del efecto sobre los demás).

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