“Pero en cuanto a los gentiles que han creído, escribimos diciéndoles que deben guardarse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación”.

La repetición de estas estipulaciones bien pudo haber resultado de algo dicho por Pablo, porque los ancianos inmediatamente le aseguraron a Pablo que no esperaban esto de los gentiles. De hecho, habían escrito a todos los gentiles creyentes que todo lo que se esperaba de ellos era que se guardaran de las cosas sacrificadas a los ídolos, de la sangre, de lo estrangulado y de la fornicación, tal como se había decidido anteriormente en Jerusalén (ver com. capítulo 15).

Parecería de esto que habían hecho circular el decreto dondequiera que supieran de la presencia de cristianos gentiles. Todo lo que se les pedía a los cristianos gentiles era que hicieran posible que los cristianos judíos piadosos tuvieran comunión con ellos evitando comer sangre, y que evitaran todo apego a la idolatría y la mala conducta sexual.

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