"Y no tuvieron hijos, porque Isabel era estéril, y ambos estaban bien enfermos en años".

Pero hubo un aspecto en el que no fueron vistos como la sal de la tierra. Porque Isabel era estéril y habían envejecido juntos sin hijos. Esto les habría parecido a muchos una contradicción con lo que eran, porque el no tener hijos sería visto por muchos como un reproche para ella y un indicio de algo que faltaba en su respuesta a Dios. Sin duda, sería para ella una profunda tristeza de corazón, y a menudo debe haberse preguntado qué había hecho para merecer ese destino.

Es casi imposible para nosotros ahora concebir el dolor de corazón que fue, o reconocer el estigma que esta falta trajo a esta pareja piadosa. La gente los miraba a ambos y negaba con la cabeza. Los rabinos los condenarían en silencio. Para ellos, una pareja sin hijos estaba bajo la gran desaprobación de Dios. Pero en su 'reproche' poco sabía ella lo que Dios había planeado para ella. Ella iba a dar a luz un hijo, y él sería el más grande de todos los profetas, el preparador del camino para el Mesías, el liberador esperado de Israel.

Cuando nos desanimamos en nuestro servicio a Dios, o cuando buscamos juzgar lo que Dios está haciendo a corto plazo, haríamos bien en recordar a Isabel. Esperó durante mucho tiempo su reivindicación, pero cuando llegó, ¡qué reivindicación!

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