Los esclavos deben obedecer a sus amos terrenales como a Cristo, con un espíritu de temor y reverencia, y con total lealtad; no tratando simplemente de hacer el trabajo que pueda pasar ante los ojos de un capataz humano ( cf. Exp., julio de 1915), sino haciendo de todo corazón la voluntad de Dios como esclavos de Cristo; con alegría cumpliendo la tarea del esclavo, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que el esclavo, como el libre, recibirá la recompensa de su trabajo de manos del Señor.

Los amos deben exhibir un temperamento correspondiente hacia sus esclavos, evitando amenazas; sabiendo que el Maestro común está en el cielo, y que Su juicio es independiente de las disparidades humanas de estatus.

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