1 [1] Salmo de David. A ti, oh SEÑOR, levantaré mi alma.
2 ¡Dios mío, en ti confío! No sea yo avergonzado. No triunfen sobre mí mis enemigos.
3 Ciertamente ninguno de los que confían en ti será avergonzado. Serán avergonzados los que se rebelan sin causa.
4 Muéstrame, oh SEÑOR, tus caminos; enséñame tus sendas.
5 Encamíname en tu verdad y enséñame porque tú eres el Dios de mi salvación. En ti he esperado todo el día.
6 Acuérdate, oh SEÑOR, de tu compasión y de tu misericordia que son perpetuas.
7 No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis rebeliones. Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh SEÑOR.
8 Bueno y recto es el SEÑOR; por eso él enseñará a los pecadores el camino.
9 Encaminará a los humildes en la justicia y enseñará a los humildes su camino.
10 Todas las sendas del SEÑOR son misericordia y verdad para con los que guardan su pacto y sus testimonios.
11 Por amor de tu nombre, oh SEÑOR, perdona también mi iniquidad porque es grande.
12 ¿Qué hombre es el que teme al SEÑOR? Él le enseñará el camino que ha de escoger.
13 Su alma reposará en bienestar, y sus descendientes heredarán la tierra.
14 El secreto del SEÑOR es para los que le temen; a ellos hará conocer su pacto.
15 Mis ojos están siempre puestos en el SEÑOR porque él sacará mis pies de la red.
16 Mírame y ten misericordia de mí porque estoy solitario y afligido.
17 Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas.
18 Mira mi aflicción y mis afanes; perdona todos mis pecados.
19 Mira cómo se han multiplicado mis enemigos, y con odio violento me aborrecen.
20 Guarda mi alma y líbrame; no sea yo avergonzado porque en ti me he refugiado.
21 La integridad y la rectitud me guarden porque en ti he esperado.
22 Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias.