2 Corintios 12:2

Visión del paraíso de San Pablo.

I.No es difícil concebir la imposibilidad de transmitir una impresión adecuada de los elementos componentes del cielo a las mentes agobiadas por la grosería de la naturaleza mortal, una imposibilidad que se asemeja a la de comunicar problemas de astronomía a un niño en la cuna, de describir la combinación de colores en una puesta de sol para un ciego de nacimiento, o de impartir a los sordos el encanto de la armonía.

Pero si bien las palabras podrían traducirse consistentemente como "imposibles de pronunciar", parecería, por la total supresión de cualquier intento de describir lo que había visto y oído, y por la obvia reserva mantenida en las Escrituras sobre la naturaleza precisa de la bienaventuranza celestial. y del lenguaje estudiadamente figurativo en el que siempre se aleja, por así decirlo, más allá del alcance de una investigación cercana e irreverente de todas estas consideraciones, parecería que no sólo era difícil, sino poco conveniente, blasonar estos secretos celestiales.

II. Lejos de las conjeturas sobre el cielo desanimado por esta reserva en la Escritura y esta forma emblemática de pintarlo, ¿no va más bien a fomentar la conjetura al no atarnos a una noción limitada y definida? No puede haber mejor prueba del atractivo y la bienaventuranza de lo que San Pablo presenció, que el efecto duradero que tuvo sobre él. Había acumulado en su corazón el secreto extático, como una madre acumula en su corazón el recuerdo de un hijo fallecido.

Siempre y en todas partes esa visión lo perseguía. Su alma no se distrajo, sino estimuló, por el deseo incesante de recuperar el privilegio arrebatado que por un momento misterioso había estado en su poder. Piedad, un sentido perpetuo de relación con Dios y con otro estado del ser; caridad, un sentido perpetuo de relación con los hombres en este mundo presente; trabajo duro, el resultado de ambos fueron las características más destacadas de su vida.

El cultivo varonil, alegre y humilde de estas virtudes iría muy lejos para ganarnos esa mentalidad celestial que es la aproximación más cercana al privilegio singular de San Pablo del que, tal vez, somos capaces en la actualidad.

WH Brookfield, Sermones, pág. 13.

Referencias: 2 Corintios 12:4 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xviii., pág. 404. 2 Corintios 12:5 . Ibíd., Vol. xxi., pág. 162.

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