2 Crónicas 16:9
9 Porque los ojos del SEÑOR recorren toda la tierra para fortalecer a los que tienen un corazón íntegro para con él. Locamente has actuado en esto, y de ahora en adelante habrá guerras contra ti”.
I. Fíjense, primero, en la continua inspección de Dios de todo lo que pasa sobre esta tierra. Podemos afirmar como evidente que nada puede suceder en ningún lugar de la inmensidad poblada que no sea conocido por Aquel que es enfáticamente el Omnisciente. De hecho, sería negar la omnisciencia de Dios suponer cualquier incidente, el más trivial, no incluido en Su conocimiento. Y es mucho más que la inspección de un observador siempre atento lo que Dios arroja sobre las preocupaciones de la creación.
No es simplemente que nada puede suceder sin el conocimiento de nuestro Hacedor; es que nada puede suceder sin Su conocimiento o permiso, porque siempre debemos recordar que Dios es la Primera Causa, y que de la primera dependen todas las causas secundarias.
II. Todos los movimientos de la Providencia tienen como fin último el bien de aquellos cuyo corazón es perfecto para con Dios. (1) Si Dios envió a su propio Hijo para liberar al hombre de las consecuencias de la transgresión y para extirpar el mal del universo, no podemos dudar de que los objetos que involucraron una interposición tan estupenda deben ser aquellos a cuyo progreso tienden los tratos divinos. El gran objetivo que propone la Providencia es la estabilidad y exaltación de la Iglesia de Cristo, ya que con el mismo propósito de mostrarse fuerte a favor de los justos "los ojos del Señor corren de un lado a otro por toda la tierra.
"(2) No es sólo en referencia a la Iglesia en general que se nos justifica al hablar así de la providencia de Dios. De cada miembro de esta Iglesia podemos declarar que Dios lo cuida diligentemente, con el expreso propósito de socorrerlo con toda ayuda necesaria Tenemos promesas de que nada nos dañará, pero que todas las cosas trabajarán juntas para nuestro bien, si caminamos obedientemente en el amor y somos seguidores de Cristo.
H. Melvill, Penny Pulpit, No. 3120.
Referencia: 2 Crónicas 16:9 . Spurgeon, Sermons, vol. xx., No. 1152.