2 Crónicas 32:9

Leamos el carácter de la hostilidad moderna hacia el cristianismo en el de Senaquerib y sus mariscales.

I. Lo primero que atrae nuestra atención es su jactancia. El monarca asirio evidentemente no tenía una opinión mezquina de sí mismo. "¿No sabéis", dice, "lo que yo y mis padres hemos hecho?" La presunción es la cualidad más obvia de los enemigos de Dios.

II. Una segunda cualidad por la que se caracteriza este tipo de hostilidad hacia la religión es su especial animosidad hacia los ministros del Evangelio. Es notable que el asirio no dirige su llamamiento principalmente al rey de Judá y sus representantes oficiales. Su intento es provocar revueltas entre la población, apelando a su superstición y sus temores. Así que ahora se exhorta al pueblo a rebelarse contra "los sacerdotes". El nombre popular que la infidelidad le da al cristianismo es arte sacerdotal.

III. La enemistad declarada hacia la religión se caracteriza a menudo también por la plausibilidad de sus razonamientos contra el destino del cristianismo. Se puede decir mucho de manera plausible contra la religión y sus amigos. Se puede hacer que los hechos parezcan concluyentes en su contra. Las predicciones seguras de la caída del cristianismo a menudo parecen moralmente ciertas.

IV. La historia de los enemigos declarados de Cristo se caracteriza por la certeza, lo repentino y los medios inesperados de su desilusión. Alguien hizo un trabajo muy corto con Sennacherib. Una noche fue tiempo suficiente para responder a su gasconada contra el pueblo de Dios. Un ángel del Señor era rival para los batallones asirios. La historia de nuestra religión a menudo desarrolla un fenómeno similar en el trato de Dios con sus enemigos.

Seguro que se sentirán decepcionados con el resultado. Algo mantiene vivo al cristianismo hoy, siglos después, por la lógica de sus enemigos, debería haber estado muerto y enterrado. Nunca tuvo un dominio más profundo de la fe del mundo que ahora. Nunca antes sus amigos contemplaron un futuro más resplandeciente.

A. Phelps, The Old Testament a Living Book, pág. 147.

Referencia: 2 Crónicas 31:20 ; 2 Crónicas 31:21 . El púlpito del mundo cristiano, vol. xiii., pág. 52.

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