2 Reyes 18:4

Nehushtan: una simple "pieza de bronce". Entonces Ezequías nombró a la serpiente de bronce. Estaba empeñado en la obra de reforma nacional. Vio que se quemaba incienso para esta serpiente de bronce; Eso fue suficiente para él. Lo que sea que haya sido para la gente en el pasado, ahora era claramente una maldición, y era mejor que lo destruyeran de inmediato.

Observar:

I. La veneración ciega por el pasado es siempre un obstáculo en el camino del progreso. Hay multitudes que se aferran con un entendimiento poco inteligente a las instituciones y costumbres simplemente porque les han llegado de sus padres. Si hay una tendencia a adorar a la serpiente de bronce en lugar del Dios vivo, entonces la verdadera sabiduría es molerla hasta convertirla en polvo.

II. Incluso lo que ha sido ordenado por Dios mismo para una bendición puede ser tan mal utilizado como para convertirse en una maldición. Vemos esto en el caso (1) del arte y la ciencia; (2) del día de descanso semanal; (3) de la Biblia; (4) de nuestros santuarios.

III. Cada símbolo pierde su significado y valor en la medida en que se convierte en un ídolo. La serpiente de bronce era una muestra material de la misericordia compasiva de Dios, un símbolo del poder divino, un recordatorio de la santidad divina. Pero cuando los judíos comenzaron a adorarlo, su valor se desvaneció. Y siempre es así. (1) Todo credo es un símbolo, un intento de expresar la verdad de Dios en las palabras del hombre.

Estas palabras son valiosas solo si apuntan a lo que es más valioso que ellas mismas. El reclamo de Dios es que lo honramos a Él y a la verdad, y que no quemamos incienso en meras confesiones de fe. (2) Los sacramentos también son símbolos. Siempre que comienzan a ser idolatrados, pierden gran parte de su significado y valor. (3) La Cruz es el símbolo más grandioso de toda la historia. Pero no se pretende que debamos descansar en las circunstancias externas de la crucifixión. Mirar a la Cruz que trae la salvación es mirar a través de la Cruz a lo que revela.

TC Finlayson, Contemporary Pulpit, vol. iv., pág. 160.

Referencias: 2 Reyes 18:4 . W. Lindsay Alexander, Sermones, pág. 260; TR Stevenson, Christian World Pulpit, vol. xi., pág. 236; W. Walters, Ibíd., Vol. xx., pág. 237. 2 Reyes 18:4 ; 2 Reyes 18:5 . Spurgeon, Sermons, vol. xvi., No. 960. 2 Reyes 18:5 . El púlpito semanal, vol. i., pág. 3.

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