2 Samuel 14:14
14 A la verdad, todos hemos de morir; somos como el agua derramada en la tierra, que no se puede recoger. Pero Dios no quita la vida, sino que busca la manera de que el desterrado no quede desterrado de él.
I. El mayor castigo de Dios es la separación de sí mismo. Hay grados de separación grados en intensidad y grados en duración. Hay dos grandes divisiones: los desterrados y los expulsados. El desterrado desea volver, el expulsado no; los desterrados han perdido la paz, los expulsados han perdido la vida.
II. El destierro es judicial, pero no definitivo. Es amargo, pero curativo. Es severo, pero es amor. Los desterrados deben tener cuidado de no ir más y más lejos a tierras más remotas, alargando y profundizando su propio castigo, hasta que se salgan de su alcance, más allá del sonido del recuerdo y del círculo de atracción, y entonces su destierro puede convertirse en castigo.
III. Dios siempre está ideando cómo restaurar a los desterrados. Su Hijo murió para que hubiera una bienvenida a todos los desterrados, y esa expulsión podría ser una palabra desconocida en el vocabulario del cielo.
J. Vaughan, Fifty Sermons, décima serie, pág. 97.
Referencias: 2 Samuel 14:14 . Parker, vol. vii., pág. 237; S. Cox, Expositor's Notebook, pág. 9; M. Daniell, Penny Pulpit, nº 2491; Revista homilética, vol. xii., pág. 22; Spurgeon, Sermons, vol. xvi., núm. 950. 2 Samuel 14:25 .
Expositor, segunda serie, vol. viii., pág. 176. 2 Samuel 14:29 . Spurgeon, Sermons, vol. x., No. 563. 2Sam 14-18. Parker, vol. vii., pág. 174. 2 Samuel 15:6 . Ibíd., Pág. 238. 2 Samuel 15:10 .
FW Krummacher, David el Rey de Israel, p. 401. 2 Samuel 15:13 . T. Coster, el púlpito del mundo cristiano; vol. xxii., pág. 395.