Comentario bíblico del sermón
Daniel 3:17,18
Tomemos tres puntos de la historia de estos tres jóvenes.
I. Su resolución. No sabían si Dios realmente bajaría, por así decirlo, e interferiría para salvarlos del sufrimiento o no, pero esto no hizo ninguna diferencia en su resolución. Dijeron: "Dios nos librará; pero si no suponiendo que no nos libra, no serviremos a tus dioses por todo eso". Por un lado a la derecha, por el otro disfrute. Derecha ensombrecida por el dolor; gozo teñido de pecado.
Su respuesta fue libre y decisiva, y nos gloriamos en ella este día. Y no debemos dejar de ver algo que hace aún más notable esta respuesta. Más de un mártir, en palabras de un gran mártir de la antigüedad, se mantuvo firme, porque el ojo de la fe le permitió ver claramente lo que había detrás de una espada centelleante. Dijo: "¿Quién no trabajaría para alcanzar ese brillo, para convertirse en amigo de Dios y entrar en un momento en el gozo de Cristo?" Debemos recordar que estos judíos no podían hablar ese idioma, porque estas últimas verdades aún no habían sido reveladas.
Si había una profunda convicción de la vida venidera, todavía era débil, de todos modos no le dijeron nada de eso a Nabucodonosor. No revelaron tal esperanza ni se apoyaron en ella. Todo lo que dijeron fue que habían echado su suerte con su propio Dios y la causa de Dios; y si esa causa estuviera ligada al mayor sacrificio de sí mismos, morirían de dolor si fuera necesario.
"No serviremos a tus dioses". Si la vida es mentira, no me dejes vivir. Si la verdad es la muerte, déjame morir en algún lugar del mundo de Dios; algún día, en el tiempo de Dios, la gran contradicción será eliminada.
II. Su resistencia. A todos les parecía como si se acercara la segunda alternativa, y que Él no los entregaría. Mientras las llamas brotan, mientras son empujadas hacia adelante por los hombres más poderosos del ejército, como el calor feroz es demasiado incluso para los verdugos, son, por así decirlo, arrojadas hacia adelante con tal fuerza, que no hay forma de detenerse. y caen atados, como en un cráter ardiente.
III. Su liberación. En un momento no más tres hombres, atados, revolcándose en llamas; cuatro hombres, sueltos, andando en medio del fuego, y la forma del cuarto como del Hijo de Dios. Cuán noble y bellamente se imaginaba que las alabanzas que entonces le cantaban eran las que la tradición nos dice que los hombres envueltos y bañados en la fuerza natural más poderosa, y al verla impotente sobre ellos, invocaron a todas las criaturas de Dios por ellos para "Bendecid al Señor, alabadle y ensalzadle para siempre".
Arzobispo Benson, Boy Life: Sundays in Wellington College, pág. 3.