Comentario bíblico del sermón
Daniel 3:24-25
Hay dos aspectos de la vida: uno, el común, el ordinario, el aspecto prosaico; y el otro, el divino, el glorificado, el aspecto cristiano; y lo único que puede darte este segundo aspecto de la vida es la presencia del Hijo de Dios.
I. Es algo muy notable que en este Libro del profeta Daniel, el cuarto y último de los cuatro grandes profetas, tengamos un anticipo tan extraordinario del evangelio venidero de Jesucristo. Tenemos aquí la expresión y es el único lugar en el Antiguo Testamento "El Hijo de Dios". Es imposible que el rey pueda referirse a una de estas personas que son llamadas por una figura retórica "hijos de Dios".
"Debe referirse al Hijo de Dios, el que está hecho a imagen y semejanza de Dios, que es de Dios y de Dios, y que está en la relación exacta con Dios que un niño tiene con su padre. La forma del El cuarto es como el Hijo de Dios; y dondequiera que venga esa forma, dondequiera que se sienta la presencia del Hijo de Dios, allí los tres se convierten en cuatro; allí se afloja la atadura, y allí los que están expuestos a la tentación o al peligro pueden caminar en seguridad, porque tienen a Uno con ellos que no es otro que el Dios de dioses y Señor de señores.
II. Así pues, es la glorificación que se ofrece a todo cristiano para las pruebas de la vida. La vida, sin duda, para todos en las circunstancias más ventajosas, tiene su aspecto aburrido. Lo que queremos no es que se alteren esas circunstancias, sino algo que nos haga a prueba de su aburrimiento y monotonía; algo que nos dará fuerzas para afrontarlos; algo que de nuestra debilidad nos hará fuertes; algo que derramará la luz del sol del día eterno sobre las tinieblas y la penumbra de la mañana se extenderá sobre las montañas, y encenderá para nosotros un día glorioso en el cual y a través del cual podremos caminar de hora en hora con la presencia de Aquel cuya la forma es como la del Hijo de Dios.
S. Leathes, Christian World Pulpit, vol. iv., pág. 289.
Referencias: Daniel 3:24 ; Daniel 3:25 . JE Vaux, Sermon Notes, segunda serie, p. 42. Daniel 3:24 . R. Payne-Smith, Revista homilética, vol. ix., pág. 350.