Eclesiastés 11:6

Este texto nos da a todos un mandamiento general de que cada uno en su vocación y llamado debe, como parte del trabajo de cada día, vigilar y aprovechar toda oportunidad posible para ayudar a quienes lo rodean en el camino a la piedad, y, como San Andrés en los primeros tiempos del Evangelio, de llevar a su hermano a Jesús.

I. No existen las cosas pequeñas en la vida de un cristiano. Lo que llamamos ocasiones triviales son las mismas ocasiones en las que los preceptos y ejemplos de las Escrituras quieren que consideremos. Debemos llevar nuestra religión con nosotros, de modo que su luz brille siempre ante los hombres, de tal manera que la vean santificando nuestro negocio, santificando nuestros placeres e impregnando todo nuestro carácter.

La ley de Dios no debe estar "escondida", no debe estar "lejos"; pero debe guardarse muy cerca, "en tu boca y en tu corazón". Entonces ejecutó el comando; y se añadió la razón del mandato: "en tu boca y en tu corazón, para que lo hagas".

II. Jesucristo nunca perdió una oportunidad. Vino al mundo para buscar y salvar lo que estaba perdido. Los hombres podrían escucharlo con alegría, o podrían no caminar más con Él; ellos podrían oír, o podrían abstenerse; pero Él estaba tan alerta para atraerlos hacia Él que no se perdió ninguna oportunidad. Cuanto más nos rehuimos de tratar de guiar a otros hacia el bien, menos nos parecemos a Cristo.

FE Paget, Ayudas y obstáculos para la vida cristiana, vol. ii., pág. 85.

Referencias: Eclesiastés 11:6 . Revista del clérigo, vol. i., pág. 276; Parker, City Temple, vol. i., pág. 10; Spurgeon, Evening by Evening, pág. 266.

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