Ezequiel 20:1

I. No hay evidencia de que los ancianos hayan mostrado arrepentimiento al venir a consultar al Señor. Ezequiel no despidió a los hambrientos con las manos vacías; él solo, como embajador de Dios, se negó a responder a aquellos que no dejarían atrás sus pecados cuando entraron en el templo de Dios. Pero también hay otra cosa que decir acerca de la visita de estos ancianos: hicieron del oráculo de Dios una mera conveniencia; mientras que siempre tenían un profeta entre ellos, y si quisieran haber preguntado a Dios a menudo o continuamente, no hicieron nada por el estilo; pero cuando se encontraban en peligro y no sabían qué camino tomar, se presentaban ante el profeta de Dios.

II. La verdadera religión es enfáticamente caminar con Dios, no un simple acercamiento ocasional a Él. Decimos que la religión es una vida, y la describimos correctamente, de modo que no es una serie de esfuerzos espasmódicos, ni una indagación de Dios de vez en cuando, ni una venida a Su profeta en el sexto año y el sexto mes, y nuevamente en el séptimo año y el quinto mes, sino una indagación en todos los años y todos los meses y todos los días, un hábito de abrir nuestro corazón y nuestra conciencia a Él, y de guiar nuestra conducta por las respuestas que podamos obtener.

III. El ejemplo de los ancianos de Israel nos muestra claramente la necesidad de dejar nuestros pecados atrás cuando venimos a consultar a Dios. El autoexamen y la autocondena, tal vez, y los fervientes esfuerzos por abandonar el mal y hacer el bien, deben ser siempre los preparativos para una investigación exitosa de Dios.

IV. Otra lección que nos trae esta historia es que la oración, o incluso el acercarse a Dios de cualquier manera, no debe convertirse en una mera cuestión de conveniencia, sino que debe considerarse como una cuestión de constante necesidad espiritual.

Obispo Harvey Goodwin, Sermones parroquiales, tercera serie, pág. 106.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad