Filipenses 1:27

Es evidente que todos los preceptos de una vida santa podrían estar bajo este cargo integral. Reduzcamos el alcance de la exhortación. Digamos, vivan interiormente y vivan exteriormente como ciudadanos de ese reino que el Evangelio ha revelado.

I. Qué parte de la vida se vive íntegramente dentro de la vida pública, la vida social, la vida familiar; estos no agotan todo el ser incluso en los más ocupados, más sociables o más domésticos. Dentro y al lado de todo esto hay para todos nosotros una vida aún más real, aún más importante; y el peligro de todas estas otras clases de vida es que oscurezcan, paralicen o ahoguen esto. Es por el bien de nuestra alma, por el bien de nuestro bienestar eterno, que debemos velar y orar contra este peligro.

Como en algunos sentidos todos tenemos una vida secreta, de la que no podemos separarnos ni hacer pública aunque la quisiéramos, así es nuestro gran negocio atender esta vida secreta, regularla y cultivarla, de tal manera que pueda llegar a ser, como aquí se expresa, digno del Evangelio. Debemos vivir nuestra ciudadanía interiormente hacia Cristo, nuestro Señor y Rey. El estado de nuestra mente hacia Él personalmente debe ser el que se adapte y sea consistente con nuestra relación con Él como Sus súbditos.

II. Y entonces lo que está dentro brillará a través de lo que está fuera también. Aquel cuya vida interior es la de aquel a quien Cristo ha salvado, vivirá exteriormente también como ciudadano del reino, no de este mundo; sus propósitos y motivos serán más altos que los de los hombres que no conocen a Dios; no será un hombre mundano; no será un hombre vanidoso; declarará claramente con sus actos que es alguien que busca un país.

CJ Vaughan, Lectures on Philippians, pág. 73.

Referencias: Filipenses 1:27 . Spurgeon, Sermons, vol. xi., nº 640; FW Farrar, Christian World Pulpit, vol. xvii., pág. 209; JR Woodford, Ibíd., Vol. xxi., pág. 161; WJ Woods, Ibíd., Vol. xxxvi., pág. 280; Homiletic Quarterly, vol. iv., pág. 345; Spurgeon, Evening by Evening, pág.

145; Preacher's Monthly, vol. iii., pág. 353; Church Sermons, vol. ii., pág. 113. Filipenses 1:27 ; Filipenses 1:28 . Homilista, vol. v., pág. 189; A. Maclaren, El secreto del poder, pág. 237.

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