Hebreos 13:1

I. Habiendo advertido a los hebreos contra los peligros del egoísmo, las concupiscencias carnales y la codicia, el Apóstol procede a advertirles de los peligros que amenazan su fe y lealtad a Cristo. Les recuerda a los guías, maestros y gobernantes que Dios les había dado hombres que trabajaron en el ministerio del Señor y sellaron su testimonio con su muerte. Habían fallecido, pero el gran Profeta, el gran Apóstol y Sumo Sacerdote, el verdadero Pastor, permaneció, Jesucristo, el mismo ayer, hoy y por los siglos. Él es el único fundamento y Su único nombre. El corazón encuentra descanso al pensar en Él, la Roca de los siglos, el eterno e inmutable Hijo de Dios, nuestro Señor, Salvador y Mediador.

II. Nosotros los que creemos poseemos el verdadero altar. Del tipo de este altar, a los que servían en el tabernáculo se les permitía comer, pero la realidad se les ocultaba. Por la fe lo contemplamos y nuestro corazón se afirma.

III. Un corazón alegre es también un corazón generoso. Cuando alabamos al Señor, el Dador generoso, y le damos gracias por los dones de Su gracia, dones tan inmerecidos, preciosos y abundantes, nuestro corazón será generoso. No nos olvidaremos de hacer el bien y comunicarnos; antes bien, estaremos ansiosos por descubrir las buenas obras que se nos han ordenado, para que podamos caminar en ellas, para encontrar a los pobres y necesitados, a los miembros humildes y afligidos de Cristo, para que podamos ayudarlos y animarlos.

Y así como tanto la alabanza como las obras son frutos del Espíritu, producidos por las ramas vivientes, así es por la intercesión de Cristo que ascienden al Padre y le agradan.

A. Saphir, Lectures on Hebrews, vol. ii., pág. 423.

Referencias: Hebreos 13:1 . RW Dale, El templo judío y la iglesia cristiana, p. 276. Hebreos 13:2 . Preacher's Monthly, vol. viii., pág. 296; H. Melvill, Penny Pulpit, núm. 2619; Homilista, tercera serie, vol.

ix., pág. 99. Hebreos 13:3 . Obispo Westcott, Christian World Pulpit, vol. xxxvi., pág. 97; Caso, Sermones prácticos breves, pág. 114. Hebreos 13:4 . RDB Rawnsley, Village Sermons, tercera serie, pág. 267.

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