Hechos 2:40

Difícilmente se puede negar que nuestra época se distingue por ventajas peculiares. Si me piden que nombre la característica más destacada de nuestros días, de inmediato destaco el disfrute que cada uno tiene de tanta libertad personal.

I. El resultado de esta libertad es la actividad sin precedentes que caracteriza las empresas religiosas y filantrópicas de nuestros días. Sin embargo, no hay excepción a la ley que prevalece en el mundo de Dios y que vincula la oportunidad con el peligro. Multitudes en nuestros días se mantienen al margen y no participan ni en el trabajo ni en la generosidad con que se sostienen y se hacen triunfar los grandes movimientos. Cuidado con la condenación del hijo que dijo: "Voy señor, y no fui".

II. ¿Cuál es el efecto de la libertad personal sobre la obediencia a la autoridad? Se puede observar que se nos hace sentir de muchas maneras, y a menudo en lugares inesperados, que la autoridad ahora debe basar sus pretensiones de obediencia en la razón, y no principalmente en la prescripción. ¿Es esto una ganancia para nosotros o una pérdida? ¿Es una ventaja o un peligro? En medio de mucho de lo que los hombres buenos deploran, hay más que pueden recibir con esperanza.

No es una ventaja despreciable que en nuestros tiempos la libre discusión pueda preceder al cambio. Porque aunque la discusión no siempre evita el daño, siempre es útil, porque informa y educa la mente de los hombres y los prepara para los cambios que son inevitables. Cuando el polvo de la contienda se ha calmado y el ruido de la disputa ha cesado, siempre se descubre que el Todopoderoso todavía está sentado en Su trono y que Él es el Gobernante de todo.

A Su propia manera, Él ha estado cumpliendo Sus propios designios, todo el tiempo que nosotros, en nuestra debilidad y nuestro temor, estuvimos temblando para que no prevaleciera el juicio equivocado, y no fuera que el firmamento mismo cayera.

III. Sin embargo, debemos trabajar en nuestra propia salvación con temor y temblor. No debemos esperar ser sacados del mundo. No podemos suponer que todo el tenor del pensamiento moderno cambiará para acomodarnos a nuestras debilidades o miedos. Al contrario, debemos ceñir los lomos de nuestra mente y ser sobrios. Mientras nos reconocemos y nos protegemos de los múltiples peligros que acechan incluso en las formas mismas de nuestra libertad, nos esforzaremos por apreciar y aferrarnos a las inenarrables ventajas que, por medio de esta misma libertad, Dios ha puesto a nuestro alcance. Tenemos nuestro propio deber que hacer, nuestros propios talentos que mejorar, nuestro propio diablo que resistir, nuestra propia corona que ganar. Debemos hacer esto con la fuerza del Señor y con el poder de Su gracia.

WB Hopkins, Oxford and Cambridge Journal, 27 de abril de 1882.

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