Comentario bíblico del sermón
Job 36:2
I.La sabiduría puesta en boca de Eliú cuando los tres amigos habían fallado nos recuerda lo que se nos enseña en otras partes de la Biblia: que hay momentos en que la autoridad tradicional debe ceder el paso a la verdad, cuando el joven puede instruir a los que son envejecidos, cuando de la boca de los niños y los lactantes Dios ha ordenado esa misma fuerza que el mundo más necesita. Cada generación debe aprender no sólo de lo que ha sucedido antes, sino de lo que viene después.
II. El libro de Job nos impresiona que hay problemas más allá del poder del hombre para agotar, y que en la certeza de esa incertidumbre es nuestro privilegio descansar. La mente humana, bien puede decirse, puede descansar tan tranquilamente ante una dificultad confesada e incontrovertible como ante una verdad confesada y descubierta.
III. La tercera lección se encuentra en las palabras de Job: "Me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza". Fue llamado a dejar de pensar en sí mismo y en su propia virtud para sentir que estaba en la presencia de Aquel a quien toda inteligencia y sabiduría terrenales parecen insignificantes. Las calamidades nos llevan a la presencia de Aquel ante quien debemos sentir un sentimiento de pecado y debilidad. La auto-humillación de Job es un elemento necesario de ese carácter perfecto y recto del que él es el tipo.
IV. Este sentido de la inmensidad del universo, de la imperfección de nuestro propio conocimiento, puede ayudarnos a comprender, no el origen del mal y el sufrimiento, sino algo de sus posibles usos y propósitos. Desconfianza en nosotros mismos, humillación ante el Juez de toda la humanidad, caridad para con los demás, estos son los dones que a menudo son los mejores resultados de la angustia, la duda y la dificultad.
AP Stanley, Christian World Pulpit, vol. xiv., pág. 289 (ver también Direcciones y sermones en América, p. 133).
Referencias: Job 36:2 . Spurgeon, Sermons, vol. xxiv., núm. 1403. Job 36:5 . Ibíd., Vol. xxiii., nº 1380; Ibíd., Evening by Evening, pág. 12.