Juan 11:4

Los usos cristianos de la enfermedad

I. No consideramos suficientemente la enfermedad desde el punto de vista cristiano. Sin duda, la falta de salud es, y será siempre, una desgracia para cualquier hombre. Sería contrario a la corriente de la naturaleza intentar pensar en ello de otra manera. Pero en este punto surge la diferencia entre el hombre de mundo y el cristiano. El hombre del mundo considera la enfermedad simplemente como una desgracia y nada más.

El cristiano considera la enfermedad como una verdadera desgracia, pero sólo su enfermedad la considera así. Puede hablar así, pero su fe lo corrige mientras habla, y cuanto más fuerte se vuelve y más prevalente, más lo corrige, hasta que casi deja de hablar y de pensar en la enfermedad como una desgracia; hasta que la corriente de la naturaleza cambie y la fuente sagrada de sus pensamientos tiende hacia arriba y no fluya con el mundo.

II. Los benditos usos de la adversidad han sido cantados y hablados, incluso por los reflexivos de este mundo, y cuántos más de ellos conocemos los cristianos. Cuántas veces hemos visto a un hombre entrar en la enfermedad, un gigante en la fuerza de la naturaleza, pero un bebé en la gracia, y cuántas veces el mismo hombre ha salido de ella postrado en verdad, destrozado por el mundo y sus usos, pero poderoso en logro espiritual, vencedor de sí mismo, vencedor del mundo.

Porque maravillosos son los recordatorios, en ese momento, de cosas perdidas, palabras pasadas cuyo sonido se ha olvidado hace mucho tiempo; el surgimiento de las profundidades de la memoria del conocimiento oculto; la vida con la que repentinamente se visten de formalidades muertas; la divinidad que comienza a agitarse entre textos largos; el verdadero conflicto con el autoengaño y el orgullo en alguien que solo ha estado hablando de tal conflicto toda su vida; el abandono de frases exageradas de autodesprecio; y de la confianza en Dios, y la venida, como la carne de un niño, de verdaderas expresiones de auto-humillación y los primeros susurros genuinos de Abba Padre. Para cuántos de nosotros la enfermedad puede ser el santuario de la tierra; a cuántos el vestíbulo del cielo.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. v., pág. 95.

Referencias: Juan 11:4 . Spurgeon, Evening by Evening, pág. 232; R. Tuck, Christian World Pulpit, vol. vii., pág. 11 3 Juan 1:11 : 5. Preacher's Monthly, vol. x., pág. 230; W. Braden, Christian World Pulpit, vol. vi., pág. 417; UNA.

Mursell, Ibíd., Vol. xxii., pág. 259; J. Keble, Sermones para los domingos después de la Trinidad, Parte ii., P. 299. Juan 11:6 . Preacher's Monthly, vol. x., pág. 290. Juan 11:7 ; Juan 11:8 . Parker, Hidden Springs, pág. 348.

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