Juan 3:9

Los misterios cristianos.

La Fiesta de la Trinidad sucede a Pentecostés; la luz del Evangelio no elimina los misterios de la religión. Este es nuestro tema. Ampliémonos sobre ello.

I. Considere las dificultades en la religión que nos presionan independientemente de las Escrituras. Ahora encontraremos que el Evangelio no los ha eliminado; permanecen tan grandes como antes de la venida de Cristo. ¿Por qué Dios permite tanta maldad en su propio mundo? Este fue un misterio antes de que Dios diera Su revelación. Es un misterio tan grande ahora, y sin duda por esta razón, porque conocerlo no nos haría ningún bien; simplemente satisfaría la curiosidad.

II. Tampoco, de nuevo, el cristianismo elimina las dificultades del judaísmo. El Evangelio no nos da ninguna ventaja, en el mero conocimiento estéril, por encima de los judíos o por encima de los paganos no iluminados.

III. Es más, podemos proceder a decir, más allá de esto, que aumenta nuestras dificultades. De hecho, es una circunstancia notable que la misma revelación que nos brinda un conocimiento práctico y útil sobre nuestras almas, en el mismo acto de hacerlo, pueda (como parece), como consecuencia de hacerlo, traernos misterios. Obtenemos luz espiritual a expensas de la perplejidad intelectual; un intercambio bendito sin duda, todavía al precio de la perplejidad.

Así como extraemos muchos hechos notables sobre el mundo natural que no se encuentran en su superficie, por medio de la meditación detectamos en la revelación este principio notable, que no se propone abiertamente, que la luz religiosa es oscuridad intelectual.

IV. Siendo tal el necesario misterio de la doctrina de las Escrituras, ¿cómo podemos convertirla en una mejor manera de dar cuenta en la contienda en la que estamos comprometidos con nuestros propios corazones malvados? Las dificultades en la revelación se dan expresamente para probar la realidad de nuestra fe. Son piedras de tropiezo para mentes orgullosas y deshonestas, y estaban destinadas a serlo. La fe es sencilla, modesta, agradecida, obediente. Aquellos que creen no se apartan; los verdaderos discípulos permanecen firmes, porque sienten que sus intereses eternos están en juego, y hacen la pregunta muy simple y práctica, así como afectuosa, "¿A quién iremos" si dejamos a Cristo?

JH Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. i., pág. 203.

Referencias: Juan 3:11 . J. Keble, Sermones de Ascensiontide a Trinity, p. 33 2 Juan 1:3 : 12. Homiletic Quarterly, vol. iv., pág. 401; RS Candlish, El evangelio del perdón, p. 1.

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